Guatemala- Israel: Vínculos lejanos y oscuros

Editado por Jessica Arroyo Malvarez
2018-01-02 09:29:11

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A través de su cuenta de Facebook el presidente de Guatemala, Jimmy Morales, se unió a Estados Unidos y reconoce así a Jerusalén como capital de Israel.

Por Guillermo Alvarado

El presidente de Guatemala, Jimmy Morales, aseguró hace pocas horas que la decisión de reconocer a Jerusalén como capital del estado israelí, y trasladar a esa ciudad su embajada, es irreversible y alegó como pretexto la existencia de relaciones muy íntimas e históricas entre ambas naciones, si bien olvidó mencionar el lado oscuro y perturbador de estos vínculos.

Históricas lo son desde aquel fatídico año de 1948 cuando la ONU, conmovida aún por el genocidio nazi contra el pueblo judío, decidió partir el territorio palestino y le otorgó la mejor tajada a Israel para que fundara su Estado que rápidamente se convirtió en una dolorosa espina clavada en el costado del Oriente Medio.

Uno de los diplomáticos más activos para lograr el voto latinoamericano para conseguir esta polémica medida fue el guatemalteco Jorge García Granados, nieto de uno de los líderes de la revolución liberal de 1871. En Tel Aviv hay una calle que lleva su nombre, así como un callejón en Jerusalén.

Curiosamente, García Granados estaba considerado como un hombre muy progresista y un abanderado del respeto a la soberanía y autodeterminación de los pueblos y un acérrimo defensor del gobierno de Jacobo Árbenz, a tal grado que tras la intervención estadounidense, terminó su vida en el exilio en Chile en 1961. No tuvo tiempo, entonces, de ver en toda su magnitud al monstruo que ayudó a crear y el elevado costo humano, social y político que el heroico pueblo palestino ha debido pagar en los últimos 70 años.

 

Pero fuera de este dato, desconocido para muchos, los nexos entre Guatemala e Israel tienen un lado intrínsecamente oscuro y perverso. Cuando en 1977 el presidente de Estados Unidos, James Carter, decretó un bloqueo militar contra Guatemala por las graves violaciones a los derechos humanos perpetradas por el ejército contra el pueblo, el estadio sionista ocupó su lugar y contribuyó a cometer uno de los genocidios más grandes ocurrido en nuestro continente durante el siglo pasado.

Las armas que sirvieron para eliminar a 200 mil personas, borrar del mapa a más de 400 aldeas y desaparecer 45 mil civiles fueron el fusil galil, la ametralladora Uzi y los aviones arava y pilatus. El sistema de comunicaciones y de inteligencia de la fuerza armada guatemalteca fueron montados por especialistas israelíes, que también adiestraron en técnicas de vigilancia, interrogatorio y tortura.

En 1982 el dictador Efraín Ríos Montt, juzgado en la actualidad por genocidio, reconoció que sus soldados eran entrenados por Israel.

Hoy día los principales grupos privados de seguridad, que cuadruplican en número y armas a la policía nacional, son también israelíes. Cuando una familia o empresa poderosa tiene algún problema no llaman al FBI, sino que contratan al Mossad.

La influencia del estado sionista se ha extendido a muchos sectores de la vida guatemalteca y por eso no es extraño que la decisión del presidente Morales no haya levantado en el interior la oleada de repulsa que despertó en el exterior. La embajada de Israel, tan activa como discreta, no es para nada ajena a que el gobernante haya seguido obedientemente a Donald Trump, aunque eso signifique mandar a la basura a tratados, acuerdos y la misma estabilidad internacional.



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