¿En Guatemala, una golondrina de verano?

Editado por Maite González Martínez
2018-03-07 10:13:16

Pinterest
Telegram
Linkedin
WhatsApp
General retirado guatemalteco Manuel Benedicto Lucas García, acusado de participar en al menos 558 desapariciones forzadas. Foto/Diario Digital NUestro País

Por: Guillermo Alvarado

Un grupo de antiguos altos mandos del ejército de Guatemala compadecen en estos días ante los tribunales, acusados de delitos de lesa humanidad por el secuestro, violación y torturas de una joven y la desaparición de su hermano, hechos cometidos en octubre de 1981 cuando los cuerpos de seguridad perpetraban atrocidades contra la población civil en el marco del conflicto armado interno que durante tres décadas y media azotó a esa nación.

Sin duda alguna es una buena noticia para los familiares y personas cercanas a Emma Guadalupe Molina Theisen y su hermano Marco Antonio. Ella fue sorprendida por los militares cuando llevaba documentos de una organización rebelde, trasladada al cuartel de la ciudad de Quetzaltenango, en el occidente del país, donde fue violada y torturada de manera reiterada por oficiales del ejército.

Tras varios días de infierno consiguió escapar, pero en represalia el ejército asaltó la vivienda de su familia en la capital y delante de sus parientes se llevaron por la fuerza a Marco Antonio, entonces de 14 años, de quien nunca se volvió a tener noticias.

Debieron pasar 37 años para que se sentara en el banquillo de los acusados a los generales Benedicto Lucas y Manuel Callejas, el primero de ellos exjefe de Estado Mayor y hermano del presidente de ingratos recuerdos Romeo Lucas; y el segundo exjefe de la Inteligencia militar; así como los coroneles Luis Gordillo y Edilberto Letona, responsables de la base militar de Quetzaltenango, y el oficial Hugo Zaldaña, quienes enfrentarán un juicio histórico.

Es muy importante que estos sujetos reciban el castigo que merecen, pero lamentablemente es apenas una golondrina de verano porque en Guatemala hay por lo menos otras 45 mil familias que viven el mismo calvario que los Molina Thiesen y no tienen ninguna respuesta sobre el paradero de sus parientes.

Hace 22 años que se firmó eso que algunos llaman la paz en el país centroamericano y durante ese tiempo han muerto cientos, quizás miles, de padres, hermanos, cónyuges, con el dolor de no saber dónde están los restos de sus seres queridos, ni la mínima satisfacción de ver a sus asesinos ante un tribunal.

No se trata de venganza, como algunas mentes retorcidas pretenden hacer ver esta búsqueda insaciable de la verdad. Quienes predican una reconciliación basada en borrar la historia y evadir la justicia, sin duda no conocen las noches de insomnio pensando en un hijo ausente, o la soledad del huérfano, ni el miedo del sobreviviente que aguarda con angustia el momento en que quizás se convierta en la siguiente víctima de una maquinaria que destrozó cientos de miles de vidas, entre ellas algunas de los mejores hijos de Guatemala.

Se trata de un elemental acto de justicia y por ello la familia Molina Thiesen merece todo el respeto en su heroica lucha contra todos los demonios.

Falta mucho por hacer, entre ello que el Congreso de Guatemala, el organismo más desprestigiado de la nación, un día recuerde sus obligaciones y promulgue una ley destinada a obligar al Estado a buscar a los desaparecidos y compensar a la sociedad. Mientras tanto, quienes vivimos los años oscuros de la guerra hemos logrado ver, por fin, una golondrina de verano. FIN

 



Comentarios


Deja un comentario
Todos los campos son requeridos
No será publicado
captcha challenge
up