Guatemala, consulta...¿popular?

Editado por Jessica Arroyo Malvarez
2018-04-16 10:13:28

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Por Guillermo Alvarado

Un poco a trompicones ante la avalancha de informaciones llegadas de otras partes del mundo, muchas de ellas de inobjetable interés, se filtró la noticia de que este domingo en Guatemala se realizó una consulta a la población para buscar una solución definitiva al diferendo fronterizo entre ese país y su vecino Belice.

Se trata de un problema que tiene sus raíces en el pillaje colonial europeo, que desde su irrupción en nuestro continente en 1492 se apropió, dividió, hurtó y explotó tierras y seres humanos, separó pueblos históricamente unidos y creo diferencias artificiales a tenor con los intereses de las metrópolis y las oligarquías que les sucedieron.

Como se sabe, lo que hoy es Belice, ubicado en el noreste de Centroamérica, formó parte de lo que se conoce como Mesoamérica, territorio habitado por una de las civilizaciones más grandes y desarrolladas de este hemisferio, la Maya.

Guerras de rapiña, acuerdos y desacuerdos entre las metrópolis inglesa y española permitieron a la “pérfida Albión” ocupar la mitad norte de ese lugar con el objetivo de explotar maderas preciosas. Incapaces de contenerse, fueron extendiendo su dominio hasta el extremo sur, en la desembocadura del río Sarstún.

En 1859 Guatemala, país al que tras la independencia de España pertenecía legalmente Belice, accedió a reconocerlo como colonia británica, a cambio de la construcción de una carretera para unir a la capital con el lejano departamento de Petén, compromiso que Londres nunca cumplió. Los sucesivos gobiernos guatemaltecos olvidaron el asunto y solo de cuando en cuando surgía algún esporádico reclamo.

Finalmente, en 1991 Guatemala reconoció la independencia de Belice, que había sido otorgada por el imperio británico una década antes, pero nunca hubo un tratado formal para delimitar las fronteras, que quedaron al azar de una línea imaginaria denominada “zona de adyacencia” en la cual nunca se sabe donde termina un país y comienza el otro, lo que ha sido fuente de numerosos conflictos.

La consulta de la víspera tuvo como objetivo determinar si los guatemaltecos están de acuerdo en que el establecimiento definitivo de los límites quede en manos de la Corte Internacional de Justicia y se espera que en breve una similar se realice en el país vecino, con lo cual quedaría zanjado el problema.

El caso es que de casi siete millones y medio de convocados a las urnas, apenas asistió el 23, 74 por ciento, poco más de un millón 600 mil ciudadanos, lo que demuestra, por un lado, el escaso poder de convocatoria del gobierno del presidente Jimmy Morales y, por el otro, que se trata de un tema de escaso interés para una población agobiada por urgencias más vitales, como la violencia, el desempleo, la pobreza, las enfermedades y la indiferencia de sus autoridades.

Es verdad que de los votantes el 95,9 por ciento dijeron si a la cuestión de llevar el asunto a la justicia internacional, pero estos representaron apenas a uno de cada cuatro adultos con capacidad de sufragio y el resto prefirieron quedarse en casa, o trabajar para enfrentar una vida cada vez más dura y esquiva.

Si el presidente Morales quiso ganar un poco de reconocimiento con esa consulta, muy poco popular, se llevó un chasco y será mejor que se dedique a atender las cosas que de verdad le importan a la gente y para las que fue elegido.



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