Brasil, democracia herida

Editado por Maite González Martínez
2018-04-20 07:32:04

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Imagen ilustrativa. (Foto/archivo/internet)

Por: Roberto Morejón

Los intentos de aislar a Lula, los fantasmas de la derecha radical, extraños pronunciamientos militares y la corrupción galopante ponen de relieve la aguda crisis política en Brasil.

El ex presidente Luiz Inacio Lula Da Silva se mantiene en la cárcel de la sureña ciudad de Curitiba después de rechazarse recursos de sus abogados defensores para permitirle esperar en libertar las apelaciones a otras instancias judiciales.

Los jueces permiten a cuenta gotas y selectivamente las visitas al líder más carismático de Brasil en muchos años y hasta una negativa recibió el argentino Adolfo Pérez Esquivel.

Con razón, el Premio Nobel de la Paz alertó sobre la reputación declinante de un país donde se depuso a una presidenta electa mediante golpe incruento y se condena sin pruebas al más popular de los candidatos a las elecciones de octubre.

Brasil también es escenario de crímenes políticos como el de la concejal Marielle Franco y de ataques a la caravana electoral de Lula, cuando estaba libre, y ahora a uno de sus vehículos, de donde robaron artículos.

Mientras las autoridades obligaban a los simpatizantes del preso político Lula a alejarse de los predios carcelarios, el país se conmocionaba por una nueva injerencia del comandante en jefe del ejército, general Eduardo Villas Boas, en asuntos políticos.

Villas Bollas lanzó una advertencia inicial contra la corrupción el 3 de abril, considerada una vía para atemorizar a los jueces encargados de procesar una petición de Habeas Corpus para Lula, a la postre rechazada.

Entre aplausos frenéticos al militar imprudente se mueve el diputado ultraderechista Jair Bolsonaro, un defensor de la dictadura militar y adversario de Lula, con 15 por ciento de intenciones de votos para las elecciones de octubre, lejos del ex líder obrero.

De cara a esos comicios se tensa un eje político con casi 40 por ciento de los diputados y senadores federales brasileños investigados por delitos ligados a desvíos de dinero público o recibir sobornos.

En ese pantano se halla el presidente NO electo Michel Temer, salvado de juicio por votaciones de sus adherentes en el Congreso, aunque con una irrisoria popularidad de seis por ciento.

Por supuesto, la izquierda sabe que lucha en desventaja ante la ola de imputaciones por corrupción.

La mayoría de los magistrados aceleran los procesos y aplican penas más rápidas y elevadas a los líderes populares y hacen lo contrario cuando examinan casos de acusados procedentes de filas conservadoras.

La sentencia contra Lula y ahora los intentos por agudizar su aislamiento hicieron más explosiva una crisis desatada con anterioridad y que pudiera tener salidas insospechadas.



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