Ché: 90 años de tú querida presencia

Editado por Maite González Martínez
2018-06-14 08:30:40

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Por: Guillermo Alvarado

Deteriorado por el tiempo y algún maltrato llegó hace más de 20 años a mis manos un documento que atesoro con particular cariño. Se trata de la fotocopia de un acta de nacimiento donde dice que ante el registro civil de la ciudad argentina de Rosario se presentó el señor Rafael Guevara Lynch para declarar que en su domicilio, a las tres horas y cinco minutos del 14 de junio de 1928 nació un niño al que se le puso el nombre de Ernesto.

Así, con meticulosidad oficial como suele ocurrir en estos casos, quedó registrado el nacimiento de un hombre que se convertiría en ciudadano de América Latina y El Caribe y cuya influencia se extiende sin cesar en prácticamente todo el planeta.

Banderas con la imagen del Guerrillero Heroico, del Comandante de la Revolución Ernesto Che Guevara, ondean lo mismo en una plaza de Turquía, en un acto celebrado en Vietnam o en una marcha para exigir los derechos cercenados hace siglos a los indígenas en Guatemala.

Difícil explicar en blanco y negro la extraordinaria fascinación que despierta entre jóvenes y adultos por doquier, incluso en aquellos que no comparten sus ideas.

Quizás eso venga del fuego y la pasión que animaron sus actos, desde que salió de Argentina y descubrió una región sometida a feroz explotación, vivió la exclusión de los desposeídos y de los enfermos, conoció suelos que esconden debajo de sí inmensas riquezas, pero en cuya superficie habitan seres humanos inmensamente pobres.

Vivió en piel propia la traición de los militares y oligarcas que contribuyeron a asesinar la primavera de la libertad en Guatemala y se vio obligado a trasladarse a México donde ocurrió el luminoso momento que cambió su vida para siempre; conoció a Fidel Castro y se incorporó a la Revolución Cubana, consciente ya de que la lucha es hasta la victoria siempre.

Así lo expresó en una carta a su madre, Celia de la Serna, a quien dijo: “Soy el mismo solitario que era, buscando mi camino sin ayuda personal, pero tengo ahora el sentido de mi deber histórico”.

Ese mismo sentido lo llevó a buscar la liberación de otros pueblos, sabiendo que podría dejar la vida en ese empeño. En Bolivia una serie de adversidades hicieron que fuese capturado, herido y sin balas, y sus enemigos pensando que al poner fin a su vida lo hacían también con sus ideas y ejemplo, lo enviaron directo a la inmortalidad.

El Che jamás ignoró ni el tamaño de la tarea, ni el costo. Lo había anunciado cuando escribió: “Todos y cada uno de nosotros paga puntualmente su cuota de sacrificio consciente de recibir el premio en la satisfacción del deber cumplido, conscientes de avanzar con todos hacia el Hombre Nuevo que se vislumbra en el horizonte”.

Fue el que nos propuso ser realistas y construir lo imposible, el que declaró que ser revolucionario es el eslabón más alto que puede alcanzar la especie humana, quien dijo que la cualidad más linda es ser capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia realizada contra cualquiera, en cualquier parte del mundo.

Las semillas que plantó seguirán en nuestros corazones y nuestra mente y, si acaso existe sana avaricia, seguiré atesorando la vieja copia de ese documento donde consta en qué momento nació un hombre cuya querida presencia nunca morirá. FIN



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