Por: Roberto Morejón
Veinticinco años después de acoger el cuarto Encuentro del Foro de Sao Paulo, La Habana organiza su vigesimocuarta edición, en circunstancias trascendentales para América Latina y el Caribe, ante el empuje del neoliberalismo y la derecha continental.
El cuarto Encuentro del Foro de Sao Paulo tuvo lugar en la capital cubana en julio de mil 993 con la asistencia de representantes de más de un centenar de organizaciones y dos decenas de observadores.
Las fuerzas de izquierda dieron continuidad ese año a una iniciativa surgida en mil 990 al calor de los esfuerzos programáticos del líder histórico de la Revolución Cubana Fidel Castro y el destacado sindicalista brasileño Luiz Inacio Lula Da Silva.
Los participantes en la convocatoria habanera del Foro de Sao Paulo de un cuarto de siglo atrás llamaron a la unidad de los partidos para luchar por un mundo mejor y a enfrentar las fuerzas oscuras asociadas a las corrientes más reaccionarias y a las recetas económicas neoliberales.
Con el enaltecimiento de los procesos de integración regresó a Cuba el Foro de Sao Paulo en el año 2001.
En esa, su décima cita, contó con más de 500 delegados de 81 países de América y otros continentes, representantes de 74 partidos y movimientos políticos miembros y 127 agrupaciones y entidades invitadas.
Dieciséis años después, los congregados en el vigesimotercer Encuentro Anual del Foro de Sao Paulo celebrado en Managua, Nicaragua, encargaron a Cuba emprender la siguiente versión de ese ámbito de debate y exposición de experiencias de gran utilidad para las corrientes progresistas.
Y todo está listo para concretar esa misión, acogida cálidamente por el gobierno y el pueblo cubanos, porque como expresara el dirigente partidista José Ramón Balaguer en Managua, constituye una gran responsabilidad en el momento que vive la región.
La administración encabezada por el presidente estadounidense, Donald Trump, y gobernantes de derecha buscan abortar los proyectos de unificación de la región y hostigar a líderes progresistas.
Como complemento, el magnate inmobiliario instalado en la Casa Blanca se entromete en los asuntos internos de Venezuela y Nicaragua, restablece la Doctrina Monroe y viola los derechos humanos de los inmigrantes.
Se impone, esta vez desde La Habana, aunar voluntades por el bien común y robustecer la resistencia de los pueblos a los desmanes de los conservadores.
Por tercera oportunidad la ciudad de José Martí brindará facilidades a invitados deseosos de compartir ideas en relación con la lucha permanente de los pueblos contra el colonialismo y por la solidaridad antimperialista.
