Luz y sombra de nuevo tratado norteamericano

Editado por Maite González Martínez
2018-10-03 08:50:17

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Imagen / Reuters

Por: Guillermo Alvarado

Por fin, luego de varios meses de incertidumbre y duras negociaciones, los tres países de América del Norte, México, Estados Unidos y Canadá, adoptaron un nuevo tratado de libre comercio impuesto casi a punta de pistola por Donald Trump para garantizar e incrementar sus ventajas en el intercambio regional.

El magnate presidente prácticamente forzó a sus “socios” a aceptar sus condiciones bajo la amenaza de volar en pedazos lo que quedaba del pacto comercial puesto en vigor el 1 de enero de 1994.

La ojeriza de Trump contra ese acuerdo fue tal, que obligó incluso a cambiarle el nombre de TLCAN, Tratado de Libre Comercio de América del Norte, por el casi impronunciable apelativo de USMCA, Estados Unidos-México-Canadá.

Para los mexicanos el nuevo pacto tiene un sabor agridulce, de luz y de sombra, porque si bien mantendrá la garantía de que el 80 por ciento de sus exportaciones tienen compradores seguros -una ventaja de doble filo- habrá serias afectaciones en diversas actividades, entre ellas la industria automotríz.

Las nuevas reglas pueden ocasionar una baja de hasta la mitad en este sector, sobre todo una que obliga a que los automóviles importados en el área de libre comercio deben tener hasta un 25 por ciento de piezas fabricadas en zonas de altos salarios, lo que pone a México en desventaja respecto a Estados Unidos y Canadá.

Muchas de las grandes corporaciones de la rama automotriz tienen sus subsidiarias en el país latinoamericano, precisamente porque allí pagan salarios muy bajos.

Además, si bien se aprobó el nuevo acuerdo, hasta ahora Estados Unidos no ha eliminado los aranceles adicionales al acero y el aluminio a México y Canadá, lo que significa que el libre comercio sólo será aceptado por Washington cuando convenga a sus intereses.

México también fue presionado para abrir aún más sus mercados a los productos agropecuarios estadounidenses, una medida ruinosa que puede desmantelar lo poco que queda en esta rama de la economía.

Ya el TLCAN firmado en 1994 y cuya vigencia fue de 24 años destruyó prácticamente a la pequeña y mediana industria agraria, que no pudo soportar la competencia de los poderosos granjeros del vecino país, que además reciben subsidios de su gobierno para mantener sus niveles de producción y ventas.

Por ejemplo, de ser un país autosuficiente y exportador de maíz, que forma parte de la dieta básica de la mayoría de familias mexicanas, ahora debe importarse más del 25 por ciento de ese grano.

Además, al firmarse el nuevo acuerdo, ni México ni Canadá podrán establecer tratados similares con China o Venezuela, o cualquier otro país donde haya gobiernos que disgusten a la Casa Blanca, lo que ya rebasa el ámbito comercial y económico y se traslada a la cuestión de la soberanía nacional.

En cualquier pacto se gana y se pierde, pero con Estados Unidos, sobre todo en la administración Trump, cualquiera que negocie tiene todas para perder y esa podría ser la triste lección de este nuevo acuerdo comercial.



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