Acierto del Comité Nobel de la Paz

Editado por Maite González Martínez
2018-10-10 08:55:19

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Por: Guillermo Alvarado

Como cada octubre se anuncian desde Suecia y Noruega a los laureados con los prestigiosos premios Nobel, donde este año extrañaremos el de Literatura pero con agrado recibimos la noticia de que el galardón de La Paz les fue otorgado a dos activistas contra la deleznable práctica de la violencia y el abuso sexual.

Curioso o no, resulta que en 2018 no habrá un Nobel de las letras debido a que el comité sueco que lo otorga quedó desarticulado a causa de un escándalo sexual, cuando la academia noruega, encargada del único lauro que no se entrega en Estocolmo, el de La Paz, emitió esta vez a mi criterio un veredicto justo, razonable y acorde con los turbulentos tiempos que estamos viviendo.

Fueron premiados el doctor Denis Mukwege, de la República Democrática del Congo, y la joven iraquí, miembro de la comunidad yizadí, Nadia Murat, quienes dedican su vida a combatir el abuso sexual ya sea como un arma de guerra, acto de prepotencia y desprecio o manera de reafirmar una inexistente superioridad de un grupo o una persona sobre otras.

Mukwege ha trabajado casi toda su vida tratando de sanar en lo posible las profundas heridas físicas y espirituales de mujeres que sufrieron brutales maltratos de grupos armados, así como a denunciar estas atrocidades que se cometen casi cotidianamente. Eso le ha valido tanto el reconocimiento de sus pacientes y familiares, como el odio de ciertos grupos que ya atentaron en alguna ocasión contra su vida y le hicieron salir hacia Europa para garantizar su seguridad, aunque finalmente decidió volver para estar al lado de las víctimas.

Quizás, si eso puede ser, sea más terrible la experiencia de Nadia Murat, que siendo casi una niña fue secuestrada por las bandas del Estado Islámico y sometida a torturas, violaciones masivas y luego vendida como esclava sexual en pleno siglo XXI, cuando podría pensarse que esas prácticas ya estuvieran erradicadas.

Ella, sin embargo, decidió convertir el estigma en dignidad y trasladar la vergüenza hacia los culpables. Luego de recuperarse gracias a manos amigas que le ayudaron a salir del control de los yihadistas, alzó su voz en múltiples foros, incluida la Organización de las Naciones Unidas para denunciar las atrocidades de las bandas terroristas contra hombres, mujeres y niños.

Decía antes que se trata de una decisión acertada de la Academia Noruega, porque vivimos en un mundo que, al decir de Eduardo Galeano, está patas arriba.

Hace pocas horas vimos como un hombre que debía ser convicto por delitos graves, resultó nombrado miembro de la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos. Brett Kavanaugh fue acusado por abuso sexual por varias mujeres, pero gracias al apoyo del presidente Donald Trump, ahora forma parte del más alto tribunal del país.

El mismo jefe de la Casa Blanca ha sido objeto de denuncias en este sentido, sin que ninguna haya prosperado. Más aún, el que desafortunadamente podría ser presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, dedicó su voto contra Dilma Rousseff en el golpe parlamentario de que fue víctima, justamente al militar que la torturó años antes.

Ni siquiera la iglesia católica escapa a este tipo de escándalos, por lo que el nombramiento al Nobel de la Paz a estas dos personas es una gota de alivio, en un inmenso mar de iniquidades.



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