Irlanda, piedra en el zapato del Brexit

Editado por Maite González Martínez
2018-12-07 10:43:03

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Por: Guillermo Alvarado

Cuando faltan pocos días para la crucial votación en el parlamento británico del acuerdo de separación con la Unión Europea, programada para el 11 de diciembre, la primera ministra Theresa May enfrenta nuevos obstáculos, uno de ellos vinculado con la compleja situación en que quedaría la isla de Irlanda sea cual fuese la situación.

Como recordarán, amigos, se trata de un pequeño territorio insular que está dividido en dos partes, el norte que está integrado al Reino Unido, y el sur que constituye la República de Irlanda, un país independiente y soberano con la ciudad de Dublín como capital y miembro de la Unión Europea.

El tema es que al consumarse la separación británica del bloque integrador continental, proceso conocido como “brexit”, entonces la frontera terrestre entre ambas partes quedaría justamente en la isla de Irlanda, donde se separan el norte del sur, lo cual trae aparejadas varias paradojas.

El meollo de las discusiones en estos momentos es si se realiza un divorcio “duro”, es decir con una total ruptura del Reino Unido con el mercado común europeo, el sistema de integración aduanera y el libre tránsito de personas, o se da una separación “suave”, lo cual implica el abandono gradual y dosificado de los compromisos mutuos durante un tiempo indefinido.

El acuerdo firmado por Theresa May el 25 de noviembre va más por la segunda vía, pues se mantiene una especie de unión arancelaria hasta lograr un nuevo pacto comercial e Irlanda del Norte sigue integrada al tratado aduanero común.

Acusada de desacato en el Parlamento por mantener en secreto el alcance jurídico del acuerdo, May no tuvo más remedio que publicar un informe que desató la ira tanto de los que prefieren la vía suave, como de aquellos partidarios de la línea dura.

El tema es que hay muchas implicaciones en este caso.

Una frontera física entre la Unión Europea y el Reino Unido en la isla de Irlanda casi pone punto final a la aspiración de lograr un día la unidad de un pueblo que tiene raíces históricas, sociales y culturales comunes.

Pocos irlandeses se imaginan tener que pasar controles fronterizos, aduanales y migratorios para visitar a sus amigos o familiares que viven en uno u otro lado.

Como dice el periodista español Xavier Vidal-Foch, es como si fuesen vecinos que ordeñan sus vacas de un lado, y producen la mantequilla y el queso en el pueblo contiguo... al otro lado de la frontera.

Habría, agrega, serias disfunciones comerciales, productivas y financieras difíciles de prever, ordenar o solucionar.

Pues bien, todos estos temas están en la mesa de discusiones en estos días y hacen que resulte muy difícil de pronosticar el resultado de la votación en el parlamento británico del martes de la semana próxima.

Las interrogantes son múltiples. ¿Habrá brexit? ¿Será blando o duro? ¿habrá divorcio sin acuerdo? Todas las posibilidades están abiertas, incluso que el Parlamento diga “No” y haya que volver a empezar, si eso es aún posible.



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