El circo de Washington

Editado por Martha Ríos
2019-04-13 10:51:56

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Pence manifiesta públicamente su repudio a Cuba y Venezuela. Foto: Archivo

Por Guillermo Alvarado (RHC)

El gobierno de EE.UU., que preside el magnate Donald Trump, no cesa en sus acciones para derrocar al gobierno de la República Bolivariana de Venezuela y apoderarse de sus enormes riquezas naturales, aunque para ello tenga que recurrir a espectáculos lamentables que, de no ser tan peligrosos, serían dignos de un circo, quizás al estilo romano donde el entretenimiento de unos, costaba la vida a otros.

Con un tono imperial el vicepresidente Mike Pence pronunció esta semana un discurso en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde dio rienda suelta a su odio contra Venezuela y Cuba, que le obsesionan  hasta hacerle perder los estribos.

En su descompuesta intervención, el segundo al mando en la Casa Blanca exigió a la comunidad internacional que reconozca como presidente de Venezuela al diputado opositor Juan Guaidó, quien sin ningún mandato, más que el de Washington, se subió a una tarima en una plaza de Caracas y se autoproclamó gobernante “encargado”.

No se sabe quién, aparte del gobierno de Estados Unidos, le “encargó” semejante tarea, toda vez que en el acto de marras no había un solo representante de la Asamblea Nacional en desacato que diera fe de su designación o que le tomase juramento aunque fuese en broma.

Sin ningún rubor, Pence reafirmó que su gobierno fue el primero en reconocer a Guaidó, cuando todo el mundo sabe que no podría ser de otra manera porque ellos mismos fueron los que fabricaron al personaje y lo pusieron sobre el escenario.

El vicepresidente estadounidense anunció que contra Cuba y Venezuela se anunciarán nuevas sanciones en los próximos días y volvió al trillado argumento de que la nación antillana colabora con Caracas en temas militares y de seguridad.

 Todo el mundo sabe que Cuba tiene en Venezuela a miles de médicos y otros profesionales de la salud, maestros, instructores deportivos y otros colaboradores que contribuyen a mejorar la calidad de vida de las personas, pero nada más que eso.

Me vino ahora a la mente que cuando Estados Unidos preparaba en 1954 la intervención para poner fin a la revolución democrática que se desarrollaba en Guatemala, utilizó argumentos semejantes y trató de convencer a todo el mundo que Jacobo Árbenz era comunista porque abrió escuelas y hospitales.

Dijeron el entonces presidente Dwight Eisenhower y su secretario de Estado, John Foster Dulles que “doctrinas exóticas” habían penetrado en el pequeño país centroamericano y con esa justificación se dispusieron a erradicarlas a bombazos, represión, torturas y asesinatos.

El canciller cubano, Bruno Rodríguez, respondió al agresivo discurso del señor Pence con las palabras del Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba, Raúl Castro, quien afirmó que "Jamás abandonaremos el deber de actuar en solidaridad con Venezuela. No renunciaremos a ninguno de nuestros principios y rechazaremos enérgicamente toda forma de chantaje".  

Así alto y claro para que lo escuchen todos y ver si en Washington hay alguien que tenga ojos para ver y mente para comprender que el mundo no les pertenece y que, aún en esta realidad globalizada, sigue siendo ancho y ajeno.   

 



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