Desnudan terrorismo de Estado argentino

Editado por Maite González Martínez
2019-06-04 10:24:32

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En el proceso llamado “mega causa” se investigan crímenes de lesa humanidad contra unas 300 personas entre agosto de 1979 y septiembre de 1980.

Por: Guillermo Alvarado

Los detalles más crudos del terrorismo de Estado practicado en Argentina durante la dictadura militar, entre 1976 y 1983, están saliendo a la luz durante los juicios contra mandos de la fuerza armada que participaron en la represión contra militantes de la organización Montoneros.

En el proceso llamado “mega causa”, o “causa contraofensiva” se investigan en particular crímenes de lesa humanidad perpetrados contra unas 300 personas entre agosto de 1979 hasta septiembre de 1980.

Durante ese período miembros de la agrupación rebelde entraron clandestinamente a Argentina con el propósito de continuar la lucha contra la dictadura y fueron duramente reprimidos con el uso del secuestro, la tortura, el asesinato o la desaparición.

Testimonios ofrecidos por miembros del ejército en situación de retiro, como el cabo Nelson González, revelan cómo en lugares tristemente célebres, entre ellos el Campo de Mayo, se violaron las normas más elementales de conducta humana.

Desde allí, confirmó González, partían los aviones con las víctimas de múltiples atrocidades y todavía con vida eran arrojadas al mar para borrar las huellas de los torturadores, que muchas veces esperaron a que mujeres embarazadas dieran a luz para luego ejecutarlas y apoderarse de sus hijos.

Se trata del rostro más inhumano del terrorismo de Estado, implantado y supervisado por Estados Unidos y la Agencia Central de Inteligencia, cuyos “expertos” adiestraron a militares latinoamericanos en las técnicas de despedazar un cuerpo y obtener la mayor información posible.

Llamado por algunos “guerra sucia”, fue un proceso para enfrentar a las organizaciones revolucionarias por medio de la represión sin barreras legales de ningún tipo y la coordinación regional bajo tutela de la CÍA.

Se trató de la utilización de la violencia y el terror para eliminar opositores y, al mismo tiempo, amedrentar y paralizar por el miedo a la población.

Al no existir ningún marco legal para justificarlo, se apeló a concepciones ficticias, como luchar contra la amenaza de ideologías “exóticas” y foráneas, entre ellas el comunismo y el socialismo.

Al mismo tiempo, se practicó la deshumanización de las víctimas por medio de su desaparición, método destinado a borrar toda huella del adversario, incluso la de su propia muerte, para impedir que su recuerdo se convirtiese en un legado para compañeros y familiares.

Ser joven, estudiante, sindicalista o representante de una organización se convirtió en un peligro, peor que ser ladrón o asesino y se trató de implantar esa idea en el imaginario popular para fracturar a la sociedad.

Hechos como estos se están juzgando en Argentina en estos días. Lástima que la gran prensa occidental no haga ningún caso a esta información.



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