Por: Roberto Morejón

El bloqueo estadounidense contra Cuba y una de sus herramientas predilectas, la ley Helms Burton, apelan tanto a sanciones, acoso y cortapisas como a la zozobra para alterar la vida en este país caribeño.

Con absurdos pretextos, la beligerante e ideologizada banda con el control de la política exterior de la administración de Donald Trump ha acumulado un rosario de medidas lesivas para los intereses de más de once millones de cubanos y de foráneos.

Entre esas prácticas nefastas figura la aplicación total del título III de la ley Helms Burton que atenta contra los lugareños e inversionistas extranjeros.

Es así porque canaliza la presentación de demandas contra empresarios que coloquen sus capitales en propiedades nacionalizadas por la Revolución Cubana.

La exposición o NO de esos reclamos ante cortes estadounidenses genera un clima de perplejidad entre potenciales hombres de negocios.

Algunos de ellos, es cierto, decidieron esperar por la marcha de los acontecimientos antes de concretar de inmediato proyectos con La Habana.

Otra variante para acentuar la vacilación en torno a la economía cubana es la de aumentar las restricciones de los viajes de los estadounidenses.

Los impedimentos se aplican por distintas vías, incluyendo el cese de las escalas de los cruceros estadounidenses, para cerrar fuentes de ingresos al Estado cubano.

También privan de esos soportes a la población y en especial a los trabajadores privados, a quienes Washington dice querer empoderar.

Un surtidor de inseguridades lo es también el cese del otorgamiento de visas en la embajada estadounidense en La Habana.

Ese paso descolocó a cubanos de aquí y del otro lado porque las familias tienen ahora más dificultades para encontrarse.

A lo anterior se sumó que cuando un cubano logra un visado para llegar a Estados Unidos solo le sirve para una sola entrada en lugar del que anteriormente permitía desplazamientos durante cinco años.

Súmese a lo expuesto la disminución de los contactos entre funcionarios oficiales de La Habana y Washington para abordar una relación históricamente crispada.

Como propósito de las penalizaciones y asechanzas destaca crear una mezcla de sobresalto e indefinición “por lo que vendrá”, con impacto demoledor en la economía cubana.

Ese es el objetivo cardinal y no deshacer la relación estrecha de Cuba y Venezuela. El equipo de John Bolton, Mike Pence, Marco Rubio y Mike Pompeo buscaría nuevos artificios para intentar justificar su asedio a la nación caribeña si ese perdiera actualidad.

No quieren un Estado soberano al sur de sus costas porque, dicen, es un pésimo ejemplo.