Cayó un capo, el narco sigue

Editado por Lorena Viñas Rodríguez
2019-07-19 08:14:52

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Foto: Archivo.

Por: Guillermo Alvrado

El capo del cartel de narcotráfico de Sinaloa, Joaquín “el Chapo” Guzmán, deberá pasar en prisión el resto de sus días, más otros 30 años que nadie sabe de dónde los va a sacar, de acuerdo con la condena emitida por un juez federal de Brooklyn, Estados Unidos, por varios delitos vinculados con el trasiego de drogas hacia ese país.

Fiscales y policías festejaron el veredicto como el mayor triunfo conseguido en la lucha contra esta plaga, pero tanta alegría no parece estar acorde con la realidad porque, si bien cayó el jefe, la banda criminal parece estar en condiciones de seguir operando como si nada hubiese ocurrido.

Así lo han señalado algunos especialistas, entre ellos Guillermo Valdés Castellanos, antiguo jefe del desaparecido Centro de Información y Seguridad Nacional, de México, entrevistado por la cadena británica BBC, quien aseguró que la condena no va a modificar nada en el mapa del negocio criminal como está en estos momentos.

La vida así lo ha demostrado. Desde que comenzó la llamada guerra contra el narcotráfico, en el período de Felipe Calderón Hinojosa, 2006-2012, ha habido una obsesión por eliminar a los jefes de las organizaciones mafiosas, pero no se han tocado las estructuras que les permiten funcionar.

Tras la muerte o captura de un cabecilla, simplemente ocurre un reemplazo, en ocasiones por medio de una breve guerra interna, pero a la larga todo sigue igual.

En este sentido, la captura, extradición, juicio y condena del Chapo Guzmán no significa la disminución del flujo de narcóticos hacia el norte.

Por cierto, en ocasión de este proceso judicial, conviene recordar cómo el inicio del cultivo de amapola en Sinaloa y Sonora tiene que ver con la emigración de trabajadores chinos en la primera mitad del siglo XX, que escapaban de las duras condiciones en las minas de cobre de Santa Rosalía, en Baja California Sur.

El auge, sin embargo, ocurrió durante la II Guerra Mundial debido a las crecientes necesidades del ejército de Estados Unidos de morfina para atender a sus cientos de miles de heridos, sobre todo en el frente del Pacífico.

Se habla de un acuerdo no escrito entre Washington y México para extender el cultivo de esa planta y producir los opioides, que eran comprados a elevado precio.

Terminado el conflicto, el gobierno mexicano intentó poner fin a esta práctica, pero ya era demasiado tarde. Una legión de excombatientes adictos a la morfina inauguraron en Estados Unidos lo que llegó a ser el mercado de consumo de drogas más grande del planeta, que es el verdadero motor impulsor de estas prácticas.

Al negocio se sumaron países de América del Sur y Centroamérica, en tanto México asumió el rol de territorio de tránsito, consumo y producción debido a su extensa frontera con el ávido mercado estadounidense.

Es un entramado muy complejo, al que se suma el sistema financiero internacional porque de alguna manera se deben lavar los miles de millones de dólares que genera la venta de narcóticos y para eso también están los bancos, aunque lo nieguen.

En este universo sumergido, que cual agujero negro engulle a delincuentes, políticos, policías y quizás hasta algunos gobernantes, ¿qué importancia puede tener la condena a uno de los jefes del crimen organizado? Honestamente, pienso que ninguna porque si se mantiene la demanda el tráfico, debe continuar.



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