Paraíso perdido

Editado por Lorena Viñas Rodríguez
2019-07-29 08:09:27

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Foto: Archivo.

Por: Guillermo Alvarado

Es un lugar común decir aquello de que la infancia es una especie de paraíso que se va perdiendo en la medida en que pasan los años, hasta que desaparece por completo en la edad adulta para quedar nada más como un agradable recuerdo, una nostalgia que puede no desaparecer jamás.

La verdad es que para unos 152 millones de niños de entre cinco y 17 años no ha habido nunca el menor atisbo de tal paraíso, según se desprende de un reciente informe de la Organización Internacional del Trabajo, OIT, entidad que justamente este año cumple su primer siglo de existencia.

De hecho, una de las prioridades de la OIT fue desde el primer momento la erradicación del trabajo infantil, considerado como una violación a los derechos humanos que deja en los pequeños huellas permanentes para su desarrollo físico e intelectual, en ocasiones muy graves.

Se trata de infantes que no tienen tiempo de disfrutar esta etapa de sus vidas, porque deben ganarse el sustento cotidiano de la manera que sea posible y no pocas veces caen en redes explotadores que les obligan a realizar labores peligrosas.

Y es que el trabajo infantil está íntimamente vinculado con la pobreza que padecen sus padres y otros familiares, que les impide asistir a la escuela, les fuerza a abandonarla prematuramente o tienen que combinar su tiempo de clases con labores pesadas impropias de su edad y desarrollo.

De acuerdo con el informe de la OIT siete de cada diez niños trabajadores lo hacen en la agricultura, lo que incluye la pesca, ganadería o silvicultura. Los menos afortunados son forzados a trabajar en zonas de alto peligro, como en las minas, sobre todo porque su pequeña talla les permite introducirse en cavidades estrechas.

Es muy común en varios países de América Latina verlos en las márgenes de los ríos picando piedras hasta reducirlas a pequeñas piezas, que luego son compradas por los constructores.

Una de las principales consecuencias del trabajo infantil es que generalmente los pequeños no pueden acceder a una preparación adecuada, por lo que sus labores siempre serán rudas y mal pagadas y cuando crezcan seguirán siendo pobres y reproducirán esta condición en su familia.

Si bien en varios países se han logrado eliminar las peores formas de esta plaga, todavía hace falta un gran esfuerzo y mucha voluntad política para que desaparezca por completo en el mundo.

Una cosa bien distinta ocurre cuando se trata de niños y adolescentes que realizan labores educativas o voluntarias que no afectan su desarrollo físico, no implican abandonar o desatender su educación y contribuyen a su formación como futuros adultos y trabajadores.

Un día, si la comunidad internacional pone su empeño, eso que ahora parece una excepción llegará a ser la norma y se cumplirá aquella máxima martiana de que los niños, nacen para ser felices.



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