Por: María Josefina Arce

Brasil es un hervidero social ante las impopulares decisiones del presidente Jair Bolsonaro, quien en su primer semestre de gobierno ha sido calificado como el peor mandatario desde el retorno de la democracia a esa nación sudamericana en 1985.

Su apuesta por una política neoliberal de recortes en esferas esenciales, reformas, privatizaciones y desprotección del medio ambiente ha originado un gran descontento entre los brasileños, que se ha materializado en paros y multitudinarias protestas.

La de este martes fue una jornada convulsa. Trabajadores, estudiantes y mujeres indígenas salieron a las calles para expresar su rechazo al desempeño del actual gobierno.

Los trabajadores cumplen una huelga general en contra de la reforma jubilatoria, impulsada por el gobierno ultraderechista, sancionada ya por la Cámara de Diputados y que ahora espera turno para su discusión y posible aprobación en el Senado.

Los movimientos sociales y sindicales advierten que la iniciativa de cambio del sistema de previsión social representa un retroceso a las conquistas de la clase trabajadora en materia laboral.

Por tercera vez en el año los estudiantes se manifestaron ante las restricciones presupuestarias en la educación, para defender su autonomía universitaria y contra un proyecto del Ministerio de Educación, que tiene como objetivo transferir la financiación de la enseñanza pública al sector privado.

Millonarios recortes ha aplicado el gobierno de Bolsonaro a centros de la enseñanza superior e institutos federales, lo que podría llevar a que a partir de octubre venidero algunas de esas instituciones paralicen sus actividades.

La falta de recursos no solo afecta la educación superior, sino también la básica.

Asimismo unas 3.000 indígenas llegadas de todo Brasil denunciaron también en Brasilia, la capital, 'las políticas genocidas' del gobierno de Jair Bolsonaro, que se opone a nuevas demarcaciones de tierras y pretende abrir reservas a actividades como la minería.

Las indígenas se sumaron este miércoles a la Marcha de las Margaritas, como se conoce a las mujeres rurales que protagonizaron en 2000 una gran manifestación. En esta ocasión también miles de féminas del campo bajo el lema: Brasil con soberanía popular, democracia, justicia, igualdad y libertad contra la violencia, defendieron sus derechos.

Desde que asumiera en enero de este año Bolsonaro no ha dejado de acumular críticas. Su estrategia de gobierno le ha ido ganando cada vez más detractores. La economía no mejora y son cada vez más los brasileños que ven afectadas sus condiciones de vida.

La FAO, Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, estima que más de cinco millones de brasileños apenas se alimentan, una realidad que niega el mandatario quien afirma que hablar de hambre en el país sudamericano "es una gran mentira".

Pero lo cierto es que Brasil ha vuelto a formar parte del mapa mundial del hambre de la FAO, que había abandonado bajo los mandatos del Partido de los Trabajadores.

Los brasileños no están de acuerdo con la política neoliberal del gobierno de Bolsonaro, que ha llevado a un aumento de la pobreza y a una pérdida de los logros que en esa materia se conquistaron bajo los mandatos del Partido de los Trabajadores.