Almeida, del humilde constructor al avezado estadista

Editado por Lorena Viñas Rodríguez
2019-09-11 09:03:38

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Foto: Radio Reloj.

Por: Roberto Morejón

El tiempo corre veloz y ya pasaron 10 años del fallecimiento de uno de los dirigentes revolucionarios cubanos más valerosos y entregados a la causa.

Se trata de Juan Almeida Bosque, humilde trabajador de la construcción que se unió a Fidel Castro para junto a otros combatientes clandestinos luchar contra la tiranía de Fulgencio Batista.

Almeida, de piel negra, palpó la discriminación racial imperante en Cuba antes de mil 959 y cuando contactó a los revolucionarios de la época entendió con facilidad las razones para conspirar contra la tiranía, aupada por Estados Unidos.

En frecuentes charlas con el joven abogado Fidel Castro, el novato constructor aumentó sus inquietudes revolucionarias y se sumó a los participantes en el ataque al Cuartel Moncada, en la oriental Santiago de Cuba.

Después del asalto, fracasado en lo militar pero victorioso en el terreno de la moral y las ideas, Almeida admitió con valentía en el juicio a los rebeldes su intervención en los hechos armados.

Enfatizó en que nadie lo indujo y lo justificó con sus propias ideas que coincidían –dijo—con las de Fidel Castro y el Héroe Nacional José Martí.

Junto a otros compañeros, Juan Almeida fue enviado a purgar una pena de cárcel al reclusorio de la sureña Isla de Pinos, hoy nombrada Isla de la Juventud.

Tras las rejas y cuando corría el año mil 954, el humilde trabajador cantó las notas de la marcha del 26 de julio, toda una osadía porque coincidió con una visita al penal del dictador Fulgencio Batista.

A pesar del consiguiente castigo, tiempo después Almeida fue beneficiado por una amnistía, firmada solo por la presión popular.

Después de ser liberado y en vista de que era perseguido emigró a México donde se involucró en los preparativos de la expedición del yate Granma, que al recalar en el oriente cubano encendió la chispa de la rebeldía.

Almeida fue sorprendido junto a otros insurrectos en la zona conocida como Alegría de Pío. Al escuchar los gritos de los soldados del régimen que conminaban a los expedicionarios a la rendición, lanzó una frase que lo inmortalizaría. “Aquí no se rinde nadie…. Y siguió con una palabrota.

Combatiente destacado, jefe guerrillero, hombre de confianza de Fidel y Raúl Castro, Juan Almeida se curtió en la Sierra Maestra y con esa experiencia fue muy útil a la Revolución Cubana.

Ocupó una extensa relación de puestos claves en las Fuerzas Armadas, Partido Comunista de Cuba, Consejo de Estado y la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana.

Caracterizado por su humildad, Almeida gozó del arraigo popular por su brillante trayectoria como combatiente, jefe, dirigente partidista y del Estado y compositor de emblemáticas canciones.



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