La forma de la Tierra

Editado por Maite González Martínez
2020-08-06 07:44:33

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Imagen / Muy Interesante.

Por: Guillermo Alvarado

De manera totalmente inusual, amigos, voy a iniciar este comentario con un cuento del guatemalteco Marco Augusto Quiroa, titulado “La forma de la tierra” que, como verán más adelante, viene bien este 6 de agosto. Dice así:

“Como todos sabemos, la Tierra es una esfera achatada en los polos y ensanchada en el ecuador, compuesta de cuatro partes de agua y una de tierra, que gira alrededor del sol.  Pero no siempre fue así.

En tiempos de Babilonia era una montaña hueca en cuyo interior estaba el tenebroso y polvoriento reino de los muertos. Descansaba sobre un mar en el que las naves que se aventuraban hasta sus bordes caían en un abismo sin fin.

En época de la dinastía tolomea era un dios recostado y cubierto de vegetación y muchos siglos antes, los hindúes sufrían terribles terremotos debido a que los elefantes que sostenían la Tierra, quienes a su vez eran cargados por Visnú, la gran tortuga, hacían involuntarios movimientos.

Muchos años después tenía la forma de un ancho corredor que iba de Venecia a China y en los extremos existía una niebla tan espesa que no podría cortarse ni con la más afilada de las espadas. El intrépido Marco Polo dio testimonio de ese mundo.

En la Grecia clásica, Aristóteles enseñaba en el ágora que la Tierra era el centro del universo. Sin embargo, cuando Galileo enfocó su telescopio hacia el espacio, ya había perdido esa categoría.

No sabemos cómo será mañana, o entre mil, tres mil, cinco mil años. Puede ser que tenga forma de mancha de humedad, de llama congelada, de ráfaga de viento.   O DE HONGO ATÓMICO”.

El 6 de agosto de 1945 la humanidad dio un paso decisivo hacia esta última dirección cuando Estados Unidos lanzó sobre la ciudad japonesa de Hiroshima una bomba nuclear, que evaporó en un instante al 70 por ciento de la urbe, junto a 70 u 80 mil personas.

Tres días después el apocalipsis se repitió en Nagasaki y desde entonces el mundo ha vivido bajo el chantaje atómico. Con una mínima parte de los arsenales que existen hoy día, bastaría para borrar el planeta del universo.

Toda la sabiduría, la tecnología y la cultura acumuladas desde que la primera idea brilló en el cerebro de los humanos, el recorrido fabuloso del conocimiento durante decenas de miles de años al que se refiere el maestro Quiroa, se volverían polvo, o humo, suspendidos en el espacio.

Quizás un día en un mundo lejano, los niños en las escuelas estudiarán cómo una especie, supuestamente racional, desarrolló la tecnología para eliminarse a sí misma y a todas las demás, y la llevó a la práctica.



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