Una esperanza al mundo

Editado por Maite González Martínez
2018-06-01 10:12:08

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Por: Yílian González Salgado

En la puerta del círculo infantil abrazo fuerte a mi pequeña hija de un año y medio cuando me dice mamá te amo, y en su ternura refugio todos mis miedos y dudas de cómo darle al mundo con mi niña una verdadera esperanza; de que sea una mujer feliz, y de bien.

Espantada por la violencia de hoy me pregunto en qué se convierten cuando crecen los más de 300 mil infantes que nacen cada día en todo el orbe, qué infancia sufren o disfrutan; qué importancia le dan los responsables de ellos, y si recuerdan que son los primeros años de la vida de alguien, los que los define como seres racionales.

A propósito del Día Internacional de la Infancia reflexiono acerca del tema de la violencia en esa etapa de la vida justamente por lo que en materia de niños vive el escenario actual, donde algunos hombres que también fueron niños alguna vez, en su adultez gozan, o gozaron, de un poder que a veces usan, o usaron, en favor de la muerte y no del nacimiento.

Ahora curioso, y entonces preocupante, la infancia de hombres como Adolfo Hitler, quien sufrió malos tratos y vejaciones diarias de su Padre, el que además por orgullo no quiso atenderlo con especialistas, una recomendación del líder del psicoanálisis Sigmund Freud, ante los trastornos que ya sufría el niño de seis años, quien de grande fuera el responsable del genocidio étnico político y religioso que dejó miles de muertos en Europa, con la Segunda Guerra Mundial.

Pero a veces no se trata del entorno. Por ejemplo, se dice que Pablo Escobar, el narcotraficante más sanguinario y buscado en la historia de Colombia no tuvo carencias de cariño, y aunque contó con la guía maternal, sus ambiciones lo llevaron por el camino de los negocios ilícitos y el asesinato.

Pero tampoco es el contexto o la ambición, y en este caso ni me atrevo a decir de qué se trata cuando hablo del presidente de Estados Unidos Donald Trump, quien desde pequeño ya padecía de ese carácter ególatra y de sus dudosos escrúpulos, que obligaron a su padre a internarlo en una escuela militar para corregir su comportamiento tempestuoso que lo acompaña hasta HOY cuando amenaza con lanzar bombas sin el menor argumento, se dice y contradice sobre cualquier tema trascendente a nivel mundial, y usa de manera casi exclusiva las redes sociales como micrófono.

La violencia es inminente. Internet colapsa con imágenes de adolescentes que son capaces de matar por un videojuego, o de niños que portan armas, y que las usan por maldad o por descuido, en lugares disímiles.

Son virales las fotos de infantes que se alistan en las filas del autodenominado Estado Islámico, un grupo terrorista que usa imágenes frías de agresiones para adaptar a los pequeños a la normalidad del dolor, y endurecer un corazón ingenuo, para hacerlos hombres que luchen por un fin, entre comillas religioso y político.

Yo sé que mi hija Aitana es feliz en un país que según la Organización de Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura cuenta con cero por ciento de desnutrición Infantil, que tiene un conjunto de normas de protección a ese sector en el Código de Familia, de la niñez y la juventud, el Decreto ley de los niños sin amparo familiar, y el que se refiere a la atención a aquellos con problemas de conducta.

En lo que a mí respecta insistiré en hacerla sonreír siempre y educarla para que sea una esperanza en el mundo y no un error. Me cuidaré de NO defraudarla nunca, y de merecer cada día en la puerta del círculo infantil, ese MAMÁ TE AMO, donde espantada del mundo me refugio, y como si pudiera protegerla sólo respondo: yo también.



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