Cuba: ¿la fruta que maduró? (II) (+Fotos)

Editado por María Candela
2019-01-07 18:49:46

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Por: Haroldo Miguel Luis Castro

Pese a asumir una actitud contraria a la independencia de Cuba y al reconocimiento de los distintos gobiernos beligerantes, Estados Unidos seguía siendo para muchos cubanos un país determinante en el conflicto contra España. Por eso, a la altura del año 1897, cuando cada vez más la situación en el campo de batalla favorecía a las fuerzas insurreccionales, un grupo de patriotas buscaba conseguir una salida menos riesgosa y sacrificada a través de la administración estadounidense como “desinteresado” mediador.

Quien había sido uno de los presidentes en la llamada
"Guera Grande" desarrolló un pensamiento matizado
por ideales ajenos a los principios independentistas
cubanos. (Foto: ACN) Leyenda

Así, Gonzalo de Quesada y su secretario Díaz Albertini veían frustrase una y otra vez los intentos de conseguir el apoyo del ejecutivo para la gesta de liberación nacional. Dando parte de sus acciones, Quesada escribió al ya por aquel entonces delegado del Partido Revolucionario Cubano, Tomás Estrada Palma:
“La elección presidencial que resultó el triunfo de William McKinley no ha producido en el país el inmediato y saludable efecto esperado y aún no hay confianza en la reacción posible de los negocios. De ahí que nuestra causa encuentre su primer obstáculo, porque- dada la incertidumbre en todo, la poca estabilidad en los valores y el temor universal de los capitalistas, que a la postre son los que gobiernan, no se atreve nadie a cargar con las responsabilidades de nuevas perturbaciones económicas”.

Desde el comienzo de la gesta independentista, cada período presidencial se limitó a asumir una política de falsa neutralidad que terminó en descarado apoyo al ejército español ¿Cuál era el objetivo de un actuar tan hipócrita? Mantener el statu quo del archipiélago. Pues, si aún no podía ser norteña, debía continuar bajo dominio ibérico.

Sin embargo, para finales del siglo XIX, una serie de acontecimientos agilizarían de manera vertiginosa la maduración de la fruta que irremediablemente debía terminar bajo influencia americana. Uno de estos hechos resultó ser el avance del Ejército Libertador. Mucho antes de los esperado, la guerra organizada por José Martí vislumbraba una Cuba libre y soberana que poca gracia hizo a los del norte.

La llegada de Valeriano Weyler el 10 de febrero de 1896 en sustitución de Arsenio Martínez Campos también influyó en la definitiva intervención estadounidense.  Tras los fallidos intentos de pacificar una vez más a la nación antillana, Martínez Campos cedió su posición a un hombre que pasó del uso de la llamada política corrosiva al empleo del terror. Con la finalidad de cortar la ayuda campesina a los insurrectos y de obligarlos a combatir, Weyler dictó una serie de Bandos donde ordenó la reconcentración de la población rural en las ciudades, medida que ocasionó la pérdida de un gran número de vidas humanas.

Sumados a las naciones europeas que condenaron la aplicación de tan bestiales políticas. Estados Unidos, con la justificación de ayuda humanitaria, poco a poco preparaba un terreno cada vez más propicio gracias, en parte, a la enorme campaña mediática desarrollada.

La explosión del Acorazado de 2da USS Maine el 15 de febrero de 1898, destruida a propósito o no, vino como anillo al dedo. Sin pruebas contundentes sobre lo ocurrido, Theodore Teddy Roosvelt, secretario adjunto para la Armada, de inmediato manejó la posibilidad de bombardear ciudades cubanas y esperó con ansiedad las órdenes presidenciales de partir rumbo a La Habana. Así, el 18 de abril el Congreso firmó la Resolución Conjunta que, entre otros aspectos, ahora sí reconocía el derecho de Cuba a la libertad.Dos días más tarde, dicho documento era firmado por el mandatario Mckinley.

En la actualidad aun se desconoce realmente quién fue el verdadero causante de la explosión del acorazado
USS Maine (Foto: historytoday.com)

Si bien para finales de la década del 90, España no pasaba de ser una potencia de segundo orden con un régimen político anacrónico, inestable y corrupto, contaba con  un importante cuerpo armado.  Por eso, analistas y testigos de la época, como el coronel  Ermalov, enviado por el Zar de toda Rusia como observador, escribió en sus memorias:“(…) el 21 de abril de 1898, cuando Estados Unidos declaró la guerra a España, el imperio contaba solo con un Ejército Regular de 2143 oficiales y 26 040 cargos de menor graduación. Tenía solamente 28 000 efectivos y muy pocas reservas materiales. Tuvo que incorporar a filas rápidamente a 275 mil hombres (…)”

Muchos de estos soldados tenían como única experiencia el asesinato de los indios que se oponían a la expansión  norteamericana hacia el Oeste. Por lo que desde la Guerra de Secesión, no enfrentaban un ejército profesional y debidamente armado. Sin embargo, esta oportunidad la habían esperado por varios siglos y no la iban a desaprovechar.

La extraordinaria campaña mediática desarrollada en los Estados Unidos a favor de la guerra contra España
contribuyó en buena medida al reclutamiento de voluntarios (Foto: USF Libraries Digitization Center).

Tomás Estrada Palma, al tanto de cuanto sucedía y asumiendo una posición entreguista y pronorteamericana, además de burlar la autoridad de Máximo Gómez  como General en Jefe del Ejército Libertador , asumió derechos que solo le atribuían al Consejo de Gobierno y garantizó el apoyo de las fuerzas cubanas a las tropas estadounidenses por medio de esta carta:

A su Excelencia el honorable William McKinley, Presidente de los Estados Unidos de América:

A fin de evitar cualquier equívoco sobre la actitud de la República de Cuba, por la presente doy a usted la seguridad más completa de la cooperación del Ejército cubano con las fuerzas militares de los Estados Unidos.

La República de Cuba dará instrucciones a sus Generales para que sigan y ejecuten los planes de los Generales americanos en campaña, y aunque mantenga su organización propia, el Ejército cubano estará siempre dispuesto a ocupar las posiciones y a prestar los servicios que los Jefes americanos determinen.
Nuestro único fin es el de arrojar de Cuba a nuestro enemigo común, lo más pronto posible. A fin de no exponer la vida de los soldados americanos no aclimatados, los cubanos están dispuestos con tal que se les suministren armas y municiones rápidamente, a afrontar lo más rudo de la lucha en Cuba.

Si la escuadra americana tomase ciertos puertos poco fortificados para descargar por ellos armas y municiones de guerra y de boca, los cubanos, con la cooperación de un número limitado de soldados americanos, mantendrán esos puertos, como depósitos y desde ellos se comunicarían con el interior y equiparían millares de hombres que sólo esperan armas y pertrechos, poniendo así al Ejército cubano en pie de operar según los planes que más convengan a los Jefes americanos.

Sería conveniente que en los depósitos hubiere fuerza de artillería americana, formando los cubanos el resto  de la guarnición. Las fuerzas cubanas hasta la fecha han vivido del país, pero para operar en grandes masas como ahora se requiere para cooperar con las fuerzas americanas necesitarán pertrechos de boca.

Sugiero este plan de campaña dispuesto por los Jefes americanos. Tomo estos compromisos en mi carácter de representante autorizado de la República de Cuba, que dará las órdenes e instrucciones necesarias a los Jefes cubanos para que se pongan en ejecución .Por comisionado especial que sale de New York hoy, envío duplicado de esta carta al Presidente Masó

La intervención de los Estados Unidos en el conflicto entre cubanos y españoles dio inicio a una larga etapa de nuestra historia que tuvo en la firma del Tratado de París apenas una probada de las verdaderas intenciones norteñas. (Tomado de Cubahora)



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