El Nilo en la pluma de Martí

Editado por Lorena Viñas Rodríguez
2020-10-01 08:51:59

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Busto de José Martí en Egipto. Foto: Prensa Latina

Por: Adalys Pilar Mireles

El Cairo, 1 oct (RHC) La grandeza del Nilo y las reverencias a él dedicadas desde épocas faraónicas, inspiraron al patriota y escritor José Martí, símbolo de Cuba, pese a lo distante de sus riadas.

Sin haber pisado nunca suelo egipcio, el poeta reservó fragmentos de una de sus más entrañables creaciones para describir el curso de agua transfronterizo, que baña al país árabe de sur a norte, para desembocar en el Mediterráneo luego de un recorrido por 10 naciones africanas.

Es como un padre para toda aquella gente de las tierras de Egipto, porque les humedece los sembrados cada vez que baja de los montes y así las siembras les dan mucho fruto, por eso quieren al río como si fuera persona, y lo pintan tan viejo, comentaba el intelectual en su revista La Edad de Oro (1889).

En dicha obra, surgida como una compilación de textos para la niñez, Martí se compara con el legendario curso de agua, llamado también Blanco o Azul en diferentes tramos de sus más de seis mil 500 kilómetros de extensión.

"Un padrazo es el hombre de La Edad de Oro, como una estatua que hay del Nilo, donde hace de río un viejo muy barbón, y encima de él saltan, y juegan, y dan vueltas de cabeza los muchachos traviesos", reseñó.

No hay dudas de que Martí hacía referencia a una escultura hecha en la época ptolemaica (comenzó con la muerte de Alejandro Magno y terminó con el reinado de Cleopatra VII), comentó el arqueólogo Mohamed Abdelgawad.

Se trata –amplió- de una figura moldeada por artistas locales, que representa al Nilo como un anciano venerable acostado y rodeado de sus 16 hijos, las ramas del torrente en aquel entonces, quienes jugaban a su lado.

No faltan en esa creación el loto y el papiro, simbolizando el sur y el norte del país, así como frutos y animales, para completar un original cuadro del Nilo y sus bondades, precisó el experto.

Tal representación -agregó- está vinculada con el dios Hapi, deidad identificada antaño con la inundación anual ocasionada por sus crecidas (el caos), al que en el período de los faraones llamaban también "el señor de los peces y aves de los pantanos, el que trae vegetación".

Generador de fecundidad y fertilidad, según las creencias de los antepasados egipcios, su imagen asoma en numerosos templos del vasto territorio.

El prolífico narrador y ensayista dejó constancia también de la veneración al torrente, desde tiempos inmemoriales.

"Le rezaban como si fuera un dios, y le componían versos y cantos; y como que nada les parecía mejor que una joven hermosa, sacaban de su casa una vez al año a la egipcia más linda, y la ofrendaban como regalo al río viejo, para que se contentase (…) con aquella hija y bajase del monte con más agua que nunca".

En uno de los capítulos de La Edad de Oro, Martí explica a los pequeños lectores que el río fue alabado en escrituras antiquísimas, las cuales usaban como soporte los famosos papiros, obtenidos de una hierba común en su delta.

Desde hace miles de años ya hablaban del Nilo los libros de entonces, escritos en unas tiras largas que hacían de una yerba, y luego las enrollaban, apuntó el cronista en su revista para niños a finales del siglo XIX.

Además de sus aleccionadoras historias sobre músicos, poetas y pintores, acerca de la evolución del hombre contada por sus casas, las ruinas indias y piezas clásicas de la literatura como la Ilíada de Homero, el máximo exponente de las letras cubanas recreó con gusto la magia del que bautizó como el Egipto sabio.

El Nilo con sus anécdotas hilvanadas por los siglos, fue dibujado por su pluma, sin imaginar que muchas décadas después una estatua recordaría su legado en la tierra de los faraones.

Justo en el parque Al Horreya de Gezira, una de las islas sobre el río, asoma el busto de José Martí que sin viajar nunca a esta otra parte del mundo, supo captar el enigma de sus pirámides, la peculiaridad de los hombres del desierto y el beso milenario de su único río, que regala abundantes cosechas y seductoras vistas con barcos a vela en su inmensidad y orillas sombreadas por palmas datileras. (Fuente: Prensa Latina)

 



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