“El profe” Veitía dice adiós a los tatamis

Editado por Raúl Rodríguez
2016-01-24 03:39:02

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La Habana, 24 ene (RHC) El judo femenino cubano vive a partir de este 23 de enero un antes y un después. Ha dicho adiós a los tatamis Rolando Veitía, para sus alumnas “el profe”, tras 30 años al timón de uno de los equipos más laureados del deporte cubano.

Vestido de traje oscuro y dejando escapar de vez en cuando una sonrisa, el arquitecto del judo femenino cubano recibió su homenaje de despedida oficial el sábado durante la segunda jornada del Grand Prix de La Habana, que reúne a casi 400 judocas de 66 países.

Mariuz Vizer, el presidente de la Federación Internacional de judo, fue el primero en entregarle personalmente un reconocimiento, y luego le siguieron presentes del Instituto Cubano de Deportes (Inder) y de otras instituciones.

Al adiós no pudieron faltar sus familiares ni sus campeonas. Driulis, Sibelis, Idalis, Estela, Daima, Lupetey, Bermoy y otras que “el profe” llevó a la gloria inmortalizaron el momento. También le acompañaron su esposa, tres de sus cinco hijos y uno de sus nietos.

“Todo en la vida termina. Este es el cierre de una etapa feliz e histórica. He vivido muchas emociones”, dijo a periodistas Veitía, de 68 años y el entrenador de judo con mayor cantidad de medallas olímpicas en la historia con 24 (5-9-10).

Aunque se mostró satisfecho con los resultados logrados a lo largo de su carrera aclaró que “hubiéramos querido ganar otro mundial u otros juegos olímpicos”, porque “siempre queremos más”.

“Mis alumnas han hecho una historia muy bella y difícil de igualar”, dijo orgulloso.

Entre sus éxitos más resonantes al mando del judo femenino cubano se cuentan el título por países en los Juegos Olímpicos de Sydney-2000, así como en el campeonato mundial de Chiba-95, donde las siete integrantes del equipo subieron al podio (2-1-4).

Su expediente será archivado en la vitrina de los maestros imprescindibles del deporte cubano. La misma donde se guardan los de Alcides Sagarra, de Eugenio George y donde en su momento también tendrán cabida otros como el de Pedro Val.

Además de las 24 medallas olímpicas, Veitía atesora 57 preseas (16-14-27) en campeonatos mundiales y 131 (95-19-17) a nivel continental.

Lamentó que en ocasiones los jueces perjudicaron a sus pupilas, como cuando despojaron a Yalennnis Castillo en Pekín-2008. “Hubiéramos tenido más medallas si hubieran sido justos”, lamentó.

Sus alumnas agradecen sus enseñanzas, a pesar de que a veces sus palabras llevaran la fuerza de su carácter y su mirada las impactara..

“Es un hombre exigente y capaz. De carácter fuerte y con mucha fe”, dijo a Radio Habana Cuba Driulis González, la mejor judoca cubana de la historia, con 4 medallas olímpicas y siete mundiales.

Recordó que en Atlanta-1996, cuando una lesión casi la deja fuera de competencia, Veitía vaticinó que iba a ganar y le prometió que cuando eso se consumara se iba a rapar y así lo hizo.

La también monarca olímpica y bicampeona mundial, Idalis Ortiz, lo consideró como “un padre” y dijo que “disfrutaba y lloraba con nuestras victorias”.

“Fue siempre muy dedicado para su trabajo y nos sacaba el máximo a cada una. Es por eso que hoy tenemos estos resultados”, aseveró Ortiz y recordó que antes de cada combate le decía: “que nadie te cierre las puertas al oro”, frase que le hacía salir con “más ímpetu al tatami”.

Con relación a los rituales que el profesor ponía en práctica antes de cada competencia, Ortiz opinó que las hacían más fuertes mentalmente.

“Cuando nos tomábamos de las manos haciendo una cadena y pedíamos un deseo yo sentía la energía de las demás atletas y que todas estábamos dedicadas al máximo”, subrayó Ortiz.

Otra campeona olímpica, Sibelis Veranes, lo calificó como “una eminencia” y señaló que les transmitía “mucha seguridad” y ello mantenía al equipo “muy unido”.

“Siempre nos dedicaba algún poema o nos decía algún dicharacho, pero también nos exigía mucho”, manifestó recordando en tal sentido que en el año 2000 alcanzó plata en un torneo en Europa porque soltó un agarre y el profesor le puso un duro castigo.

“Me mandó a correr bajo la nieve. Eso me hizo llorar, pero me hizo ser más fuerte y luego alcance el oro olímpico en Sydney-2000”, recordó visiblemente emocionada.



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