Ciudad de Panamá, 2 abr (RHC) La luz verde para navegar el Canal de Panamá rumbo al mar Caribe trajo esperanza a los pasajeros y la tripulación del crucero Zaandam, inmersos en una auténtica odisea por la pandemia global de COVID-19, y sin puerto seguro a la vista.
Con casi un mes sin tocar tierra firme y con cuatro cadáveres a bordo, la incertidumbre crispa los nervios a casi 2 000 personas en la nave de la compañía Holland America Line, que solo anhelan desembarcar e irse a casa.
La agencia rusa Sputnik intentó contactar a pasajeros y tripulantes del Zaandam a través de las redes sociales, pero casi nadie quiere hablar con los reporteros, a quienes ven como una suerte de carroñeros que se ceban de su tragedia, e incluso responsabilizan por la zozobra.
"Hasta ahora los medios han destruido nuestras posibilidades de garantizar un puerto", escribió a Sputnik un miembro de la tripulación.
Otros callan por respuesta, o recriminan a los periodistas que escriben a un grupo en la red social Facebook, exigiéndoles que en lugar de contar lo que piensan los pasajeros, presionen a los autoridades de distintos países para que acabe el martirio.
De hecho, el grupo ZAANDAM & ROTTERDAM: Passengers, Crew, Family & Friends – Updates (pasajeros, tripulación, familia y amigos – actualizaciones) le cerró las puertas al sensacionalismo, pero medios como Sputnik aún son bienvenidos en esta cubierta virtual, la única donde todavía se puede socializar.
Los casi 1.200 turistas que el pasado 7 de marzo abordaron el Zaandam en la capital argentina aspiraban a tener un viaje inolvidable, y en verdad será muy difícil que alguna vez consigan borrarlo de sus recuerdos.
Se trataba de una travesía de 31 días que debía terminar el próximo 7 de abril en Fort Lauderdale, sudeste de EEUU, aunque incluía recorridos más cortos, frustrados por la negativa de varios puertos a recibir al buque.
Los problemas comenzaron cuando la compañía Holland American Line suspendió operaciones por la crisis del coronavirus SARS-CoV-2 (causante de la pandemia de COVID-19), y el Gobierno de Chile impidió el desembarco el 14 de marzo en Punta Arenas.
Entonces no había casos de COVID-19 a bordo, pero igual se negó al crucero atracar en el austral puerto argentino de Ushuaia, y muchos se percataron de que estas vacaciones serían más largas, pero menos placenteras.
A partir del 21 de marzo muchos pasajeros y tripulantes comenzaron a padecer fiebre y dolores corporales, y se dio la orden de aislamiento en cabinas y camarotes, para cortar la propagación de lo que estuviera enfermando a la gente.
Una semana después, frente a Panamá y cuando ya habían muerto cuatro turistas de edad avanzada, llegaron las primeras pruebas para detectar el coronavirus, traídas por el crucero Rotterdam, enviado para avituallar al Zaandam y trasbordar a los viajeros sanos.
El intercambio tuvo lugar a ocho millas de las costas istmeñas en el Pacífico, supervisado de lejos por las autoridades locales, que les negaban permiso para desembarcar y para cruzar la vía transoceánica y acortar el viaje hasta Port Everglades, un puerto deportivo y de cruceros de Fort Lauderdale.
Al final, el 28 de marzo el Gobierno de Panamá autorizó al Zaandam y al Rotterdam a transitar por el canal, atendiendo a razones humanitarias, lo cual significaría un ahorro de dos días hasta su destino final.
Fuente: Rusia Today