Una batalla sin tregua

Editado por Lorena Viñas Rodríguez
2019-08-07 11:54:39

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Foto: Archivo.

Por: Susana del Calvo

La Habana, 7 ago (RHC) Si alguien me hubiera dicho en los finales del pasado siglo que iba a recorrer medio mundo en busca de la Brigadas Médicas Cubana le hubiera dado por respuesta una carcajada, en aquellos tiempos estaba enfrascada en las obras de la terminación de lo que hoy es la Escuela Latinoamericana de Medicina, ELAM.

El padre fue el líder de la Revolución, Fidel Castro, solidario siempre ante la necesidad de formar médicos de otros países con vistas a atender a las poblaciones más necesitadas en sus respectivas naciones. Hoy suman más de 20 mil egresados de un centenar de países.

El primer grupo que llegó a Cuba era de Guatemala, jóvenes que todavía se preguntaban si sus sueños de hacerse médicos sería una realidad y así fueron engrosando las filas desde otras regiones latinoamericanas y caribeñas. Pero ahí no quedó el programa, hubo solicitudes de África, Asia y Medio Oriente que con el tiempo fueron atendidas y en esta decimoquinta graduación de la ELAM fueron alrededor de 500 jóvenes de 84 países. El alumno más integral es africano.

Conocí a una doctora norteamericana graduada hace 5 años que en la actualidad trabaja en San Diego. Sus colegas me refirieron que el pasado año fue seleccionada como la mejor médico de la localidad.  Sonrojada por el halago, bien merecido por cierto, me dijo que en Cuba había aprendido no sólo la clínica, sino también a entregar el corazón para aliviar a la persona que sufre, a integrarse como una familia con su comunidad. No sólo muchos egresado vinieron al acto por los veinte años de la ELAM, todavía se encuentran aquí para recordar y volver a vivir momentos que para ellos son inolvidables.

Entre tanta gente, graduados, familiares, profesores y amigos, todavía no he podido encontrar a Luther, ese especialista del primer grupo que ha revolucionado la atención médica en la Mosquitia hondureña, un lugar que para llegar a el hay que pensarlo dos veces por lo difícil que es el acceso. Al igual que otros es incansable y nos llena a todos de esa seguridad de que la mayoría de ellos cumple con la misión encomendada.

Selvas, llanos y montañas guardan en su seno el clamor de los pueblos para que no olviden qu ellos tienen sus derechos.  No hay porque llorar la muerte de un niño por no haberle aplicado una simple vacuna en pleno siglo XXI. Eso tiene que acabar, de ahí la necesidad de este ejército de batas blancas con hombre y mujeres de todos los colores que se unen a los cubanos en una batalla sin tregua por la vida.



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