“El doctor Peyo”, el caballo que puede detectar el cáncer

Editado por Bárbara Gómez
2021-11-25 18:55:38

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Marion, de 24 años, que padece un cáncer metastásico, abraza a su hijo Ethan, de 7 años, en presencia de Peyo, que acepta ser tocado y acariciado solo por ella. "Con Peyo, intentamos recrear la vida al final de la vida, para luchar y crear una energía y acompañar a las familias y a los cuidadores", dice Hassen. Foto: Jérémy Lempin

El fotógrafo, finalista del XXV Premio Internacional de Fotografía Humanitaria Luis Valtueña organizado por Médicos del Mundo, muestra la humanidad de un animal que ayuda a los enfermos en su último tramo de vida.

A veces, los animales son capaces de entendernos mejor que las personas. Es como si pudieran vernos por lo que realmente somos, lo que sufrimos, sentimos y padecemos, sin necesidad de palabras, despojándonos de nuestra fachada exterior. A veces, los animales curan y reconfortan.

Ese es el mensaje que se extrae del trabajo del fotógrafo Jérémy Lempin, finalista del XXV Premio Internacional de Fotografía Humanitaria, Luis Valtueña, organizado por Médicos del Mundo gracias a su serie Doctor Peyo y Hassen. El galardón reconoce la fotografía humanitaria que evidencie problemas sociales, como injusticias y abusos de derechos.

Peyo es un caballo que no se deja acariciar por cualquiera, en su naturaleza no está el ser manso. Es un semental que elige a quién quiere abrirse y, cuando lo hace, se convierte en un animal protector.

Su entrenador, Hassen Bouchakour, se dio cuenta de lo especial que era Peyo y comenzó a investigar el por qué de su comportamiento cambiante con personas emocional, física o psicológicamente vulnerables.

Hassen buscó asesoramiento de expertos veterinarios y especialistas médicos y, tras cuatro años de investigación y pruebas a más de 500 caballos, llegaron a la conclusión de que la actividad cerebral de Peyo es única.

Peyo nació autista y es capaz de detectar instintivamente cánceres y tumores, una revelación ante la que Hassen decidió actuar y adentrarse con su caballo en el mundo de la medicina para ayudar a los demás.

El caballlo asoma la cabeza y se dirige al paciente que quiere visitar. Y comienza a lamer las lesiones cancerosas.

Ahora, ambos trabajan en el departamento de cuidados paliativos del hospital de Calais (Francia), donde le han puesto el mote cariñoso de “El doctor Peyo”. Este médico de cuatro patas escoge por su voluntad las habitaciones a las que quiere entrar y los pacientes con los que desea entablar un vínculo especial.

Gracias a Peyo, muchos enfermos abandonan la medicación más dura y su presencia les reconforta, con resultados psicológicos y físicos. Gracias al Doctor Peyo y Hassen, el final de sus vidas es algo mejor.

Tras ver a los niños y niñas en pediatría en la primera planta, Hassen y Peyo llegan al centro de cuidados paliativos para adultos del hospital de Calais. Foto: Jérémy Lempin.

Las distintas piernas de Peyo, Hassen y Robert, que tiene un cáncer terminal. "Yo, en cierta medida, soy un daño colateral de este caballo, no pedí esto. Me llevó un tiempo aceptarlo. Puso fin a mi exitosa carrera como deportista, y como showman. Fue muy complicado dejar de ser el amo, y verme obligado a admitir que cuando {Peyo} detecta a alguien, ya no tengo el control. Cuando se decide, no puedo retenerlo, es una necesidad, es visceral, está en él, necesita ir y aferrarse a la persona concreta que ha elegido", dice Hassen. Foto: Jérémy Lempin.

El "Doctor Peyo" se quedó casi dos horas frente a esta puerta, sin ceder un ápice, para proteger a una señora al final de su vida. "Yo le acompaño, pero le dejo hacer lo que quiera, él es el que decide. A Peyo le diagnosticaron autismo, su inteligencia, sus facultades van más allá de lo que uno puede imaginar. Lo que realmente empujó a los científicos a interesarse por él y a abrirnos las puertas del establecimiento sanitario, fue esta capacidad de reducir en gran medida {la dosis de los pacientes} todas las drogas duras y permitir así una partida más tranquila", dice Hassen. Foto: Jérémy Lempin

El aparcamiento del hospital de Calais. Peyo y Hassen acompañan a Roger, de 64 años, a la ambulancia que le llevará de vuelta a casa. "El doctor Peyo y Hassen no son personas, son ángeles", dice el hijo de un paciente. Foto: Jérémy Lempin.

(Tomado de Cubadebate).

 



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