Desde el exterior tutelaron grotesca provocación en Barrio Habanero

Editado por Maite González Martínez
2020-11-30 07:47:33

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Imagen tomada de Razones de Cuba

Por: Roberto Morejón

La inadmisible participación de funcionarios estadounidenses en el grotesco show mediático en un apacible barrio habanero, pone al desnudo el plan de la administración de Donald Trump de forzar una crisis mayor en los vínculos con Cuba. 

El secretario norteamericano de Estado, Mike Pompeo, Mara Tekach, Coordinadora de la Oficina de Asuntos Cubanos del Departamento de Estado, y Timothy Zúñiga-Brown, encargado de Negocios, intervinieron desesperadamente para convertir un bullicio local de filodelincuentes y mercenarios en un pretendido ayuno de supuestos acosados por el gobierno antillano.

Como demostraron videos colocados en las redes sociales por los involucrados, el denominado Movimiento San Isidro fue un espectáculo torpe para invocar una alegada intransigencia de las autoridades de la mayor de las Antillas.

La excusa del montaje fue reclamar la liberación de quien definieron como un artista consolidado, lo cual NO es, víctima de un proceso judicial “arreglado”, cuando ciertamente cometió desacato a la autoridad.

El rapero aludido NO es un músico injustamente encarcelado sino un individuo sancionado a ocho meses de privación de libertad por transgredir la ley.

El sujeto reconoció además tener vínculos con personas que han financiado actos violentos contra Cuba y NO apeló su sentencia.

El argumento de defensa del personaje era insostenible, pero los ejecutores del desafío político y social tenían instrucciones de articular una farsa con tintes de “huelga de hambre y sed”.

NO obstante, el autodenominado Movimiento San Isidro explotó desde su interior y NO por la “fuerza” de las autoridades, como intentan hacer creer en redes sociales y sitios en Internet.

Los videos y otras evidencias revelan a unos vitales “reclamantes”, quienes recibieron alimentos y agua mientras duró su alegado ayuno, durante el cual bailaron con pletóricas energías.

No les importaba la contradicción, pues su objetivo se cumplió. Atrajeron la atención de la prensa hegemónica y de la bien pagada en sitios sustentados por la ultraderecha de la emigración de origen cubano en Miami.

Todo ello a pesar de ignorar normas de protección contra la pandemia de COVID-19 que con tanto esfuerzo y recursos combaten las autoridades sanitarias.

Si esos actores de la infamia pretendían colocar contra la pared a la mayoría de los cubanos amantes de paz interna, y a su gobierno, chocaron con la resuelta decisión de impedir la intromisión extranjera.

El canciller cubano, Bruno Rodríguez, denunció el apoyo de funcionarios estadounidenses a la acción de los actores del sainete anticubano, que siguió un guion elaborado desde ese país.

Con más precisiones, el Director General a cargo de Estados Unidos del Ministerio de Relaciones Exteriores, Carlos Fernández de Cossío, fue enfático: Cuba no permite a Estados Unidos, ni a Estado alguno la injerencia en los asuntos internos del país.



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