Un viaje de paz

Editado por Maite González Martínez
2021-03-08 07:56:54

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France-24

Por: Guillermo Alvarado

Como un llamado y una oportunidad para la paz, la concordia y el fin del terrorismo puede considerarse el viaje que el papa Francisco realizó a Iraq, una nación martirizada y sumida en el caos desde que en 2003 fue invadida por una coalición militar internacional dirigida por Estados Unidos.

George Bush hijo propaló entonces la falsedad de que el gobierno de Saddam Hussein poseía armas de destrucción masiva y coordinaba operaciones con grupos terroristas, lo que sirvió de pretexto para ejecutar el ataque.

En 2007 Alan Greenspan, antiguo director de la Reserva Federal estadounidense publicó sus memorias donde reconoció que la verdadera causa de la guerra fue apoderarse de las enormes reservas de petróleo de Iraq.

La invasión dejó un país desarticulado, a merced de grupos extremistas como el llamado Estado Islámico, ciudades destruidas, una economía en ruinas, decenas de miles de muertos, heridos y mutilados y sometido a odios y tensiones sociales de todo tipo.

Tal es el panorama que el pontífice encontró durante la primera visita de un jefe de la iglesia católica a Iraq, con mayoría musulmana pero donde existe un amplio abanico de religiones minoritarias, incluido un pequeño número de católicos, que bajó de 1,5 millones a sólo 400 mil en las dos últimas décadas.

 Por eso no es extraño que durante sus prédicas, el papa Francisco se haya referido de manera recurrente a la necesidad de fomentar la paz. “Que callen las armas”, fue uno de los primeros reclamos al llegar a Bagdad.

Exigió poner fin a la violencia, el extremismo, las facciones y la intolerancia y que ninguna persona sea ciudadano de segunda clase por sus ideas o religión.

Francisco realizó una histórica visita privada en la ciudad santa de Nayif al ayatolá Alí Sistani, la máxima autoridad para los musulmanes chiítas. Luego del encuentro el religioso iraquí publicó un comunicado pidiendo que la sabiduría y el sentido común prevalezcan sobre la guerra.

Otro acto de gran simbolismo ocurrió en la ciudad de Ur, cuna del patriarca Abraham, quien es considerado como uno de los grandes profetas en las tres religiones monoteístas del mundo, la cristiana, el islam y el judaísmo.

El papa rezó junto a representantes de yazidíes, una pequeña comunidad que fue duramente martirizada por el Estado Islámico, y también con sabeos,  zoroastristas y musulmanes, tanto chiítas como sunitas.

Dijo allí que  “La hostilidad, el extremismo y la violencia no nacen de un corazón religioso: son traiciones a la religión. Los creyentes no podemos guardar silencio cuando el terrorismo abusa de la religión”.

Fue un viaje por la vida, la paz y la esperanza y un llamado a otras naciones a no imponer sus intereses políticos o ideológicos en Iraq.     FIN 



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