La guerra interminable

Editado por Maite González Martínez
2021-03-23 07:59:40

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Lloyd Austin, en una imagen de 2016 en el Senado.BRENDAN SMIALOWSKI / AFP

Por: Guillermo Alvarado

El nuevo secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd Austin, realizó su primera visita a Afganistán, donde se reunió con los altos mandos del ejército de ocupación y autoridades locales, y repitió la vieja letanía de que su país busca una salida “responsable” a la guerra.

La verdad es que resulta muy difícil encontrar ese tipo de solución a un conflicto que pronto cumplirá 20 años, el más prolongado en que se ha visto involucrado el Pentágono, y que ha tenido costos humanos, económicos y políticos incalculables.

Como se recordará, la invasión al territorio afgano comenzó en octubre de 2001, luego de los ataques contra las torres gemelas de Nueva York, con el pretexto de que el gobierno talibán daba refugio a Osama Bin Laden, supuesto cerebro de esos atentados.

Fue, en realidad, una acción de venganza, de revancha y una absurda demostración del poderío militar de Estados Unidos y sus aliados, con el vano propósito de amedrentar a todo el mundo.

Los talibanes fueron desplazados del poder, pero la resistencia se diseminó por todo el territorio y los dos grandes y presuntos objetivos de la ocupación, combatir el terrorismo y poner fin al trasiego de drogas, fueron un fracaso.

Según el mismo Departamento de Defensa desde 2001 hasta marzo de 2019 la guerra le ha costado al país, es decir a los contribuyentes estadounidenses, 760 mil millones de dólares, pero un estudio independiente de la Universidad Brown dice que la cifra está por debajo del gasto real.

Si se adiciona el tratamiento de los soldados heridos o perturbados por la guerra, más otros gastos realizados por diversos departamentos del gobierno y los intereses de las deudas contratadas para costear las operaciones, se ronda el billón, es decir un millón de millones.

Las bajas de Estados Unidos son de 2 mil 300 muertos y 20 mil 500 heridos en acción, sin contar los trastornos psicológicos, que son muchos más.

El precio más alto de pérdidas de vidas lo ha pagado el país agredido, con estadísticas conservadoras de 45 mil miembros de las fuerzas de seguridad fallecidos, 32 mil civiles asesinados y 60 mil heridos. Hay que hacer notar que las bajas civiles se comenzaron a registrar hasta en 2009.

En este moderado recuento, la única salida “responsable” para Estados Unidos y las potencias que aún lo acompañan en esta aventura, es que evacúen inmediatamente a todas sus fuerzas, hagan un justo reconocimiento a las víctimas y al pueblo afgano y financien la reconstrucción de lo dañado.

Si el presidente Joe Biden quiere desmarcarse de su antecesor, algo que todavía no ha hecho, debe pedir perdón por una guerra cruel e injusta.



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