El País.

Por: Guillermo Avarado

Hace unos meses todo el mundo aguardaba con ansiedad la fabricación de vacunas efectivas contra la covid-19, pero ahora que ya están en circulación estamos asistiendo a un espectáculo deplorable donde se exhibe una imagen muy triste de lo que debería ser la solidaridad humana.

Los más ricos acaparan y hasta esconden estos preparados, sin importarles la suerte de la mayoría de la población que habita en las regiones de ingresos medios o bajos, o hasta de ningún ingreso.

Hace unos días el director general de la Organización Mundial de la Salud, OMS, el etíope Tedros Adhanom Ghebreyesus, dijo que la desigualdad entre la administración de vacunas en los países más desarrollados y los menos favorecidos aumenta y se vuelve grotesca.

Agregó que la distribución no equitativa de los inmunizantes no sólo es un escándalo moral, sino que también es autodestructiva económica y epidemiológicamente.

En las últimas horas surgió otro escándalo degradante cuando se supo que en un depósito en

contra el nuevo coronavirus, elaboradas por los laboratorios AstraZeneca y la Universidad de Oxford.

Ni el gobierno italiano, ni las autoridades de la Unión Europea tenían conocimiento de esa gran cantidad de bulbos escondidos allí y, como es lógico, se desataron las especulaciones acerca de quiénes son los responsables y cuál es el objetivo de esa acción.

Existe un marcado conflicto entre Londres y Bruselas debido a los retrasos en la entrega de los productos de AstraZeneca al bloque comunitario, al mismo tiempo que el Reino Unido es abastecido con regularidad.

De acuerdo con el comisario europeo de comercio interior, Thierry Bretton, el lote descubierto se quedará en el mecanismo integrador, excepto una pequeña parte que irá al sistema COVAX organizado por la OMS para dar asistencia a países con dificultades para comprar vacunas.

En nuestra región, donde Cuba es la única nación que está desarrollando sus propios inmunizantes, asistimos a espectáculos infames en algunos sitios, como el desvío de dosis para funcionarios públicos, sus familiares y allegados.

Se trata de un claro abuso de poder en detrimento del personal de la salud, o personas con vulnerabilidades y alto riesgo ante la covid-19.

 No hay tiempo en este comentario de exponerlo a cabalidad, pero los invito a que, cuando lo tengan a mano, le den una profunda leída a aquel poema del nicaragüense Rubén Darío titulado “Los motivos del lobo”, y quizás encuentren en su metáfora una lección sobre lo que nos está pasando en estos días.     FIN