Niños ucranianos encontraron cura y amor en Cuba

Editado por Maite González Martínez
2021-04-28 07:40:02

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Por: Roberto Morejón

El sólido sistema de salud permitió a Cuba ofrecer a partir de 1990, durante varios años, un servicio de excelencia a casi 26 mil niños y adolescentes, quienes sufrieron los efectos de la catástrofe nuclear de Chernobyl, en Ucrania.

El primer grupo de enfermos derivados del accidente nuclear considerado el más grande de la historia llegó a La Habana en 1990.

Fue así gracias a la iniciativa del líder histórico Fidel Castro, y a la implementación de un colosal programa para socorrer a pacientes con dolencias originadas por la radiación.

Recordemos que la referida catástrofe ocurrida hace 35 años causó pérdida de vidas No solo en Ucrania, sino también en Rusia y Bielorrusia.  

En el momento de atender a los dolientes, la mayor de las Antillas atravesaba por el llamado período especial después de la desaparición del otrora campo socialista, cuando de forma oportunista el bloqueo estadounidense se hizo más fuerte.

No obstante, médicos y otros especialistas aplicaron a los pacientes ucranianos complejos tratamientos e intervenciones quirúrgicas e incluso trabajaron con ellos maestros, a fin de evitar la pérdida de la escolaridad.

Las padecimientos eran severos, desde cáncer hasta lesiones de la piel y traumas psicológicos, de ahí el positivo impacto en los aquejados al entrar en contacto con las paradisíacas aguas de la playa de Tarará, en las afueras de La Habana , lugar donde fueron asentados.

Aquellas jornadas de salud y de apoyo humanitario ante la magnitud de la tragedia generó la gratitud de los enfermos asistidos, familiares y muchos ucranianos.

Por eso se dice que aquel gesto contribuyó a fortalecer la amistad entre los dos países, ahora con nuevos bríos por la reciente exhibición de un emotivo documental, de dos realizadores cubanos.

“Sacha, un niño de Chernobyl”, se rodó a partir de 2019 y narra la vida de Sacha, Olexandr Savchenko, quien después de una ardua batalla por la vida y gracias a los procedimientos de salud recibidos, logró la cura definitiva.

Sacha creció y decidió junto a su madre residir en Cuba. Hoy, graduado de estomatólogo, destaca junto a otros miles de niños, ahora adultos, que recibieron una segunda oportunidad de vivir.

Ellos son expresivos exponentes de los lazos estrechos entre ambos pueblos.



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