Cuando el río truena

Editado por Maite González Martínez
2021-07-08 07:39:11

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Presidente de Haití, Jovenel Moïse y su esposa Martine Moïse. Foto / RTVE.

Por: Guillermo Alvarado

Aún es pronto para sacar conclusiones y prever cuáles serán las consecuencias del repudiable asesinato del presidente de Haití, Jovenel Moïse, pero si se puede decir que constituye un eslabón más en la larga crisis política que vive ese país caribeño, prácticamente desde su nacimiento.

Cuando el 1 de enero de 1804 se declaró la independencia tras la primera revolución triunfante de esclavos en el mundo, las metrópolis europeas, y después Estados Unidos, hicieron todo cuanto pudieron para que la nación haitiana fuese inviable.

Francia impuso a cambio de reconocer la soberanía de su ex colonia una pesada carga financiera, que el pueblo caribeño estuvo pagando hasta la II Guerra Mundial y fue un lastre permanente para su desarrollo económico.

Cuando el siglo XX comenzó Haití era un pueblo empobrecido, condición que jamás logró superar, con una institucionalidad frágil, servicios públicos deficientes y una pequeña, pero voraz burguesía, que el escritor Fernand Hibbert retrató magistralmente en su novela “Sena”.

A partir de 1910 Estados Unidos se convirtió en un actor protagónico de la tragedia haitiana, y lo sigue siendo hasta nuestros días.

En ese año el presidente William H. Taft envió un cuerpo de infantería para proteger a financistas que se apropiaron del Banco Nacional de Haití.

Luego, en 1915, Woodrow Wilson ordenó invadir a la nación antillana y puso bajo administración de Washington a su gobierno, ejército, aduanas y finanzas, convirtiéndola en un protectorado o, más bien, en una colonia.

Esa ocupación duró 18 años y causó la muerte de miles de personas. Al retirarse las tropas, dejaron una Constitución redactada en Estados Unidos.

La intromisión de la potencia norteña se acentuó cuando en 1957 se instaló la  dictadura de François Duvalier, que se extendió hasta que en 1986 su hijo, no menos sangriento que el padre, fue derrocado por una sublevación popular.

De todas maneras, Washington ha mantenido un pie y la mitad del otro en el país y el terremoto de 2010 le permitió, por medio de un grupo de organizaciones, incluida la Fundación Clinton, acentuar su control económico, social y político, de donde emanan casi todas las miserias de ese pueblo.

Tal contexto está agravado por el control que bandas criminales ejercen en diversos puntos de Haití.

El asesinato de Moïse forma parte de este sombrío paisaje y de allí que sea urgente multiplicar los llamados a la calma, la paz y la búsqueda de una solución que pasa, necesariamente, porque por fin, luego de dos siglos, se permita a ese pueblo forjar su propio destino, como debería ser. 



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