
Estados Unidos, migrantes, pobreza. Imagen:laopinion
por Guillermo Alvarado
La brutalidad con que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, está llevando a cabo su política migratoria, marcada más por la xenofobia y el racismo que por cuestiones legales, está causando una creciente zona fría para el mandatario entre la población.
Es un espectáculo deplorable ver al jefe del Estado más poderoso del mundo, tanto económica como militarmente, enfocado en una pelea contra personas que no están haciendo nada más que buscar una oportunidad para salir adelante y ofrecer algo mejor para sus familias.
Y es deplorable por dos razones fundamentales, la primera radica en que uno de los principales responsables de las elevadas tasas de pobreza y abandono en los países emisores de migrantes, es precisamente Estados Unidos, que ha plagado de miserias a numerosos pueblos en nuestra región y fuera de ella.
Explotación inmisericorde, robo de recursos naturales y también de valioso capital humano, invasiones militares, golpes de Estado y apoyo irrestricto a tiranías sanguinarias es el papel jugado por Washington.
Ahora mismo, una transnacional estadounidense despidió en Panamá a todos sus trabajadores, que realizaban una huelga por mejores condiciones laborales.
Para quienes deseen profundizar en la historia de estos despojos, recomiendo leer la trilogía bananera del Premio Nobel de Literatura, Miguel Ángel Asturias: Viento Fuerte, El papa verde y Los ojos de los enterrados y podrán asomarse a un abismo de arbitrariedades e injusticias.
Estados Unidos es el principal responsable de la miseria y violencia que azota a Haití, donde ha realizado múltiples intervenciones militares o lucra por medio de supuestas organizaciones no gubernamentales, cuyo propósito no es para nada contribuir al bienestar de los más pobres entre los pobres.
México sufrió la amputación de la mitad de su territorio en el siglo XIX y en el XX se le impuso un ruinoso Tratado de Libre Comercio que tiene capturado el 80 por ciento de las exportaciones del país latinoamericano.
Pero también las políticas de Trump son deplorables porque él mismo es descendiente de migrantes, y no de quienes llegaron a conquistar a sangre y fuego ese territorio hace 300 o 400 años, sino de mucho más cerca.
La madre del hoy presidente y su abuelo paterno llegaron a suelo estadounidense en la primera mitad de la centuria pasada y su esposa, Melania Knauss, nacida como Melanija Knavs en Yugoeslavia, migró en 1996, sólo dos años antes de conocer a Donald Trump. Este tipo, rodeado de migrantes por todos lados, es el azote de millones de personas que, como sus ancestros y pareja, llegaron a Estados Unidos buscando una oportunidad.