Raúl Ferrer Pérez, entrañable amigo de mí padre

Editado por Maite González
2022-12-28 10:14:17

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Por Pedro Martínez Pírez

El 12 de enero de 2023, fecha en que se cumplen 30 años del fallecimiento en La Habana del educador y poeta comunista Raúl Ferrer Pére, será un día triste para mí.

Triste, porque Raúl Ferrer fue uno de los más entrañables amigos de mi padre, Enrique Martínez Pérez, poeta matancero fallecido a los 62 años de edad en mi ciudad natal, Santa Clara, el 15 de octubre de 1959.

En la modesta tumba donde reposan los restos de mi madre Igna Pírez, y de mi padre, en el Cementerio de Santa Clara, hay tres epitafios, uno de ellos con una frase de Raúl Ferrer: AQUÍ YACE ENRIQUE MARTINEZ PÉREZ, EL HOMBRE MÁS GRACIOSO DE LA TIERRA.

La frase genial de Raúl sobre mi padre, la tomé de una extensa entrevista que hice en julio de 1985 al gran poeta comunista en la Casa de Visitas, en Varadero, del Ministerio cubano de Educación, donde él y su esposa se alojaron durante una semana, como estímulo por el abnegado trabajo que habitualmente realizaba el gran educador.

Yo había entrevistado antes a otros grandes amigos de mi padre, entre ellos el narrador Onelio Jorge Cardoso, el declamador Luis Carbonell y el escritor y ex presidente dominicano, Juan Bosch.   

A Onelio lo entrevisté cinco años antes en la sede de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba; a Luis en su modesto apartamento de El Vedado, y a Juan en la Casa de Protocolo número 62, cerca del Palacio de Convenciones, en Cubanacán.

Yo preparaba un programa radial en homenaje a mi padre, pero nunca me identifiqué como hijo del poeta. El programa, de unos treinta minutos de duración, fue transmitido por tres emisoras cubanas: Radio Habana Cuba, Radio Rebelde y Radio Progreso.

En los epitafios de la tumba de mi padre hay también otros dos, además del de Raúl Ferrer. El de Onelio Jorge expresa: AQUÍ YACE EL CHAPLIN CUBANO, y el de Juan Bosch es bien corto y lacónico: AQUÍ YACE UN HOMBRE SIN HUECOS.

En su debut en La Habana en 1948, el declamador santiaguero Luis Carbonell, conocido como El Acuarelista de la Poesía Antillana, tenía en su repertorio una estampa de mi padre titulada CARTA NEGRA. Lo conocí en nuestra casa de Santa Clara, donde visitó a mis padres, cuando yo tenía apenas doce años de edad y acababa de terminar mis estudios en la Escuela Primaria Anexa a Normal de Maestros de Santa Clara, y de recibir de mi maestra de Sexto Grado, Concha Falcón, el Beso de la Patria.

Con Raúl Ferrer tuve muchos encuentros. Pienso que el primero luego del triunfo de la Revolución y el fallecimiento de mi padre, tuvo lugar en Santiago de Chile en 1963, donde yo cumplía mi segunda misión diplomática. Raúl y otro amigo de la familia, el profesor comunista Gaspar Jorge García Galló, asistieron en Chile, en representación de Cuba a una reunión de la UNESCO, Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.

Recuerdo haber coordinado, en mi calidad --entonces-- de Encargado de Negocios de Cuba en Chile, una reunión de Raúl Ferrer y Gaspar Jorge García Galló con Luis Corvalán, Secretario General del Partido Comunista de Chile.

En ese diálogo siempre recuerdo la herejía cometida por Raúl Ferrer, quien invitó a Corvalán a seguir los pasos del Comandante Fidel Castro, y organizar en Chile un movimiento patriótico amplio, alejado del sectarismo, como hizo en Cuba el líder histórico de la Revolución.

Después supe de las andanzas de Raúl Ferrer en su batalla por la lectura y la alfabetización en Nicaragua y otras naciones de Nuestra América, así como su importante obra como viceministro de Educación en Cuba.

En 1963 recibí en la Embajada de Cuba en Chile a personalidades como Haydée Santamaría y Armando Hart, al poeta nacional Nicolás Guillén, con quien inauguré en el poblado minero de Lota una escuela donada por Cuba, y también debí enfrentar dos acontecimientos que no olvido: el asesinat Kennedy, al cual los enemigos de nuestro país trataron de relacionar con Cuba, y el ciclón Flora, que causó más de mil muertos y provocó enormes daños materiales en la región oriental cubana.

Recuerdo la sorpresa de los funcionarios de la Cancillería chilena cuando les pedí cambiar la propiedad de un automóvil que había importado de Alemania, un pequeño VW, que pensaba traer a Cuba una vez terminada mi misión diplomática en la nación austral, y endosar la propiedad al Consulado de Cuba en Valparaíso, atendido entonces por el poeta guantanamero Ernesto Víctor Matute.

Esa acción solidaria, que fue secundada por otros funcionarios diplomáticos cubanos que me acompañaban en Chile, entre ellos Armando López y Orlando Prendes, marcó un precedente en la diplomacia cubana, como me expresó el Canciller Raúl Roa García, cuando en reconocimiento a mi gesto solidario me facilitó un automóvil de la Cancillería para que disfrutara los dos meses de vacaciones que me correspndían en Cuba, al término de mi misión diplomática en 1964 en la República de Chile.

Con Raúl Ferrer me mantuve en contacto hasta su fallecimiento en La Habana hace tres décadas.

Recuerdo haberlo llevado a Santa Clara en mi autómovil Lada, adquirido a plazos el 14 de mayo de 1980 junto a entrañables amigos como el chileno Orlando Contreras y el cubano Julio Batista, para participar en la UNEAC de Santa Clara en un homenaje a mi padre.

Mi hijo Abel, abogado nacido en La Habana el 5 de Julio de 1979, cuando yo estaba cubriendo los Juegos Panamericanos de San Juan, conserva una nota preciosa escrita para él por el poeta Raúl Ferrer.

Y al nieto mío llamado Alejandro, hijo de Igna María Martínez, mi hija farmacéutica, no me canso de hablarle de la importancia y el simbolismo de que él cursara sus estudios de Educación Primaria en la Escuela Raúl Ferrer Pérez, ubicada en el municipio habanero de 10 de Octubre.

Con Alejandrito, vestido con su uniforme de primaria, estuve hace pocos años en la Casa del Docente del municipio de 10 de octubre, en un homenaje al educador Raúl Ferrer Pérez. Fue un momento hermoso escuchar a mi nieto y brindar yo varias anecdótas de Raúl a los docentes del Municipio 10 de Octubre.

Y en otra ocasión hice un programa TEMAS de 2022 con un hermoso poema de Raúl musicalizado por su sobrino Pedro Luis Ferrer, Romance de la Niña Mala. Una obra magistral, tanto por el texto como por la música, en el cual se habla de la niña negra y de nuestro Apóstol José Martí.

En este homenaje a Raúl Ferrer, entrañable amigo de mi padre, no puedo menos que evocar el recuerdo de cómo se conocieron un día en su casa de Yaguajay, cuando mi padre entró hasta la cocina y levantando la tapa de una cazuela preguntó "Que están cocinando aquí", algo que Raúl reconoció como una de las formas audaces y simpáticas en que nació su amistad con Enrique Martínez Pérez, el hombre más gracioso de la tierra.



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