Este es el último comentario de 2025 y creo necesario dedicarlo a hacer un balance de la situación política en esta América Nuestra, tarea compleja pues aunque soy un adicto al optimismo, hay un gusto amargo en el fondo por cómo crecieron las fuerzas oscuras de la extrema derecha en la región.
Habíamos encontrado los mecanismos para hablar con voz propia, como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América y, quizás más importante por su alcance, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, donde nos declaramos zona de paz y libre de armas nucleares.
Apenas en 15 años el cambio es copernicano y el panorama desolador: Bolivia, Argentina, El Salvador, Ecuador, Perú, Chile y Honduras, están bajo dominio de la ultraderecha y en el Caribe, Trinidad y Tobago y República Dominicana rinden sus banderas a Donald Trump.
¿Cómo llegó a ocurrir esto? Claro que un análisis profundo necesita mucho más espacio que un comentario, pero de momento podemos apuntar a dos causas, una de ellas el incremento de la coordinación de la extrema izquierda que, prácticamente en nuestras narices construyó mecanismos como el Foro de Madrid y la Iberosfera, a los que no le dimos la importancia necesaria.
Detrás de ellos estuvo la organización extremista española VOX, liderada por Santiago Abascal, que abrió un espacio de comunicación y coordinación que abarcó desde México hasta Chile y ahora está recogiendo sus frutos.
VOX utilizó algo que nosotros, la izquierda, el progresismo, como quiera que nos queramos denominar ya sabíamos, pero no combatimos, el enorme descontento de los pueblos con procesos que prometieron cambios profundos y no cumplieron y a la larga, o a la corta, terminaron desapareciendo.
¿Qué transformaciones profundas en la sociedad lograron los dos gobiernos del Frente Farabundo Martí, en El Salvador? Si acaso la única fue permitir la instalación en el poder de Nayib Bukele.
¿Qué dejó en Ecuador la Revolución Ciudadana, que no fuera el arribo de Lenin Moreno, que traicionó desde el primer minuto y le abrió las puertas al crimen organizado y al desorganizado gobierno de Daniel Noboa?
No se ha escuchado un análisis reconociendo la responsabilidad de los líderes del MAS de Bolivia. Hablo de Evo Morales, Álvaro García Linera o el mismo Luis Arce, que desataron una guerra intestina brutal, destruyeron lo que habían logrado y entregaron el camino al neofascismo.
Menciono sólo algunos casos, porque ni el papel, ni el tiempo, ni la paciencia dan para más. Estamos ante un momento histórico donde la alternativa es: nos unimos, o nos hundimos, y sólo depende de nosotros mismos.
