por Guillermo Alvarado

El fracaso más elocuente de las políticas económicas y sociales implementadas en la mayoría de países del planeta en los últimos años se muestra en el hecho de que mientras la riqueza global crece y tiende a concentrarse en muy pocas manos, al mismo tiempo unos mil millones de seres humanos viven en la más humillante pobreza y exclusión.

En un mensaje difundido esta semana, la vicepresidenta de Costa Rica, Ana Helena Chacón, señaló la ironía de que mientras se desarrollan asombrosos avances tecnológicos, también se incrementan las desigualdades.

En términos generales las personas tienen a considerar el fenómeno de la pobreza como exclusivo de países con bajo nivel de desarrollo, lo que suele ser cierto en determinados casos, como en Guatemala, una nación que en lugar de avanzar hacia el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, como lo hizo la mayoría de la región, ha sufrido un agudo retroceso.

El Instituto de Problemas Nacionales de la estatal Universidad de San Carlos calificó la situación como dramática en el área rural, donde el censo de 2014 reveló que los indicadores de pobreza se duplicaron y la pobreza extrema se triplicó.

México, un país con una economía más sólida, tampoco escapa a estos problemas, que especialistas los atribuyen a la exagerada concentración de la riqueza y la inutilidad de los programas implementados por el Estado para enfrentar las carestías de un amplio sector de la sociedad.

La investigadora Iliana Yaschine Arroyo afirmó que se trata de una clara violación de los derechos humanos, particularmente de los económicos y sociales y constituye uno de los problemas más graves en ese país.

La pobreza, agregó, se asocia con hambre, desnutrición, morbilidad, baja escolaridad, falta de acceso a servicios sociales básicos y a oportunidades de desarrollo económico y social. Los niños que crecen en hogares con graves carencias tienen menos posibilidades de prepararse y en el futuro repetirán también familias desamparadas.

El secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, afirmó que las carencias que afectan a buena parte de la humanidad no se caracterizan sólo por un ingreso inadecuado, sino que se reflejan también en la imposibilidad de acceder a servicios de calidad.

La máxima organización mundial estima en mil millones el número de personas sumidas en la pobreza, y más de 800 millones padecen hambre y desnutrición.

Incluso en regiones desarrolladas, como la Unión Europea, existen tasas elevadas de población con incapacidad para resolver sus necesidades más apremiantes, sobre todo en los llamados países de la periferia del bloque continental, como Bulgaria, Rumanía y Grecia. En este último la situación humanitaria se agravó por la imposición de programas neoliberales como condición para brindarle jugosos paquetes de rescate financiero que, a la postre, sólo beneficiaron a los grandes bancos de ese continente.

La ONU hizo un llamado a todas las naciones para acelerar la erradicación de la pobreza, una condición que representa una humillación para quienes la padecen y una vergüenza para el resto de la humanidad.