Por María Josefina Arce

Cada 18 de julio el mundo rinde homenaje a un hombre que dio una gran lección por su sencillez, entereza y compromiso político con su pueblo. El primer presidente negro de Sudáfrica, Nelson Mandela, dejó un legado de paz y reconciliación, no solo para su país, sino para el planeta entero.

Casi tres décadas de cárcel no mellaron su decisión y empeño de llevar a su país natal por el camino de la armonía y la convivencia entre blancos y negros y poner fin así al injusto sistema de segregación racial, conocido como apartheid.

Una de sus frases resume la esencia de su vida:“Mi ideal más querido es el de una sociedad libre y democrática en la que todos podamos vivir en armonía y con posibilidades iguales”

Madiba, como es conocido cariñosamente en todo el territorio sudafricano, tras salir de prisión en 1990 fue elegido presidente en una histórica votación cuatro años después, en la que pudieron participar todos los sudafricanos.

En 1999 se retiró, pero dejó abierto el camino que ponía fin a años de sangrientos enfrentamientos entre los ciudadanos de distintas razas. Su accionar y gestos durante su presidencia dejaron ver la grandeza de un hombre que a pesar de ser víctima del apartheid estaba dispuesto a perdonar para llevar a su pueblo la paz y estabilidad tan necesaria.

Para la posteridad y como una muestra de su deseo de unir a todos ha quedado su imagen enfundado en la camiseta de la selección nacional de rugby, cuando ganaron la Copa del Mundo de 1995, compartiendo la alegría de la minoría blanca que ostentó el poder durante décadas.

Fue respetado por todos, incluso por aquellos que lo llevaron tras las rejas, quienes supieron reconocer la grandeza de un hombre capaz de superar el dolor personal causado por años de cárcel, la separación de su familia y que llevó a la práctica su ideal de servir a su pueblo y país.

Merecedor del Premio Nóbel de la Paz en 1993, Mandela rebasó las fronteras de su querida Sudáfrica y se convirtió en un símbolo mundial de resistencia y lucha por la paz y la reconciliación.

Precisamente en reconocimiento a su fructífera vida a favor de los más desposeídos, la ONU declaró en 2009 el 18 de julio, fecha de nacimiento del dirigente y político sudafricano, como el “Día Internacional de Nelson Mandela”.

Murió a los 95 años, pero nunca dejó de involucrarse con diferentes causas, incluyendo la lucha por los millones de personas que viven con VIH-SIDA, en particular en África subsahariana.

Nelson Mandela, quien cumpliría precisamente hoy 100 años, nunca dejó indiferente a nadie y que fue capaz de despertar la admiración de todos. Se convirtió en un icono a nivel mundial por su humildad, sencillez y real sacrificio por su pueblo.

Le regaló a la humanidad verdaderas lecciones de cómo ser mejor, de cómo ser un político honesto y consagrado al bienestar de los ciudadanos. Pocas figuras han dejado una huella tan profunda en la historia y han sido tan veneradas por su pueblo y todo el mundo como Nelson Mandela, que resumió en sí mismo la inteligencia, honestidad y valentía.