Por: Roberto Morejón

El ultraderechista presidente brasileño, Jair Bolsonaro, dejó atónito al huésped, su homólogo argentino, Mauricio Macri, al saludarlo con una mano derecha apuntándolo, como si tuviera un arma. Más allá de la pésima “broma”, el anfitrión evidenciaba su frenesí por los artilugios bélicos.

Bolsonaro, quien liberalizó la tenencia de armas en un país con violencia como Brasil, quería agradar a su colega argentino, independientemente del saludo incómodo.

Durante la permanencia del derechista Jefe de Estado argentino en Brasil se evidenció su interés y el del excapitán del ejército de forjar una alianza ultraconservadora para atacar a países progresistas, subordinada al gran capital.

Los dos estadistas profirieron imprecaciones sobre Venezuela en injerencia en los asuntos internos de aquel país, como si prevalecieran en Argentina y Brasil sistemas paradisíacos.

¿Están realmente libres de responsabilidades los fraternos amigos por lo que pasa u ocurra en sus países? Por supuesto que no.

En Argentina existen presos políticos como la líder popular Milagro Sala, la economía se hipotecó al Fondo Monetario Internacional y crecientes sectores laborales y sociales protestan por el alza de las tarifas de servicios básicos.

Las promesas de un futuro mejor para borrar lo que en opinión de Macri fue una gestión ineficaz de los Kirchner no se cumplieron.

Más al norte, el otrora legislador brasileño promete enfilar a sus compatriotas hacia momentos más duros con el drástico recorte de ministerios, toma de tierras de los indígenas, acoso a los opositores y políticas homofóbicas, misóginas y racistas.

Con gestos dóciles hacia la administración estadounidense de Donald Trump, Mauricio Macri y Jair Bolsonaro están lejos de representar el
ideal de una verdadera democracia, respetuosa de los derechos ciudadanos y de las minorías.

Al centrar parte de su tiempo en lanzar diatribas contra Venezuela trataban de desviar la atención de los problemas internos de Argentina y Brasil.

Peor para Macri porque al inferirse el inicio de un idilio político con Bolsonaro, el argentino deja entrever su complacencia con la particular admiración de su asociado brasileño por la dictadura.

Es cierto que Brasil es el principal socio comercial de Argentina y deben limar asperezas, pero de ahí al arrobamiento entre los dos estadistas de derecha va un trecho largo.

Mucho más cuando Bolsonaro insistió en presentar como modelo el de Chile, inalterablemente neoliberal, en lugar del fluctuante argentino. Ante un posible eje conservador Bolsonaro-Macri, este último pierde puntos porque rueda por el piso su imagen de supuesto demócrata que Bolsonaro ni siquiera pretende sostener.