Un frustrado emperador decretó el fin del socialismo

Editado por Lorena Viñas Rodríguez
2019-02-21 08:00:05

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Foto: Archivo.

Por: Roberto Morejón

En un arranque tan virulento como cuando ordenó la construcción de un humillante muro en la frontera con México, el presidente estadounidense, Donald Trump, decretó el fin del socialismo, bajo la creencia de que sus ambiciones son sinónimo de realidad.

En un discurso plagado de frases comunes pronunciado en la Universidad Internacional de la Florida, el exaltado gobernante dijo estar seguro de la cercanía de la fecha de la “liberación” del Hemisferio Occidental de lo que llamó “el socialismo y el comunismo”.

El orador, quien mencionó a Cuba, Nicaragua y Venezuela, desenterró las frases más altisonantes de la guerra fría, aupado por alaridos de un auditorio de fanáticos.

En anterior discurso sobre el estado de la Unión, el inquilino de la Casa Blanca también apeló a otra de sus obsesiones, junto a derrocar a Venezuela: dictar el final del socialismo, un modelo distinto al considerado como único por Occidente.

En su arenga electoral en la Florida, Trump se presentó como un auténtico demócrata aunque contempla invadir a Venezuela, bloquea a Cuba y sanciona a Nicaragua, pueblos a quienes ama, según espetó en otra de sus paradojas.

Además, afirmó sin sonrojos que “Estados Unidos nunca será una nación socialista”.

Las elucubraciones del magnate lo han llevado a dibujar un panorama local donde supuestamente se asoman grupos de esa tendencia.

Los analistas destacaron la exigua presencia en la nación norteña de personas inclinadas a promover la nacionalización de los medios de producción, por solo citar un principio básico para borrar el capitalismo.

Es cierto que políticos y un número de electores afirman estar a favor de atenuar las abismales desigualdades sociales, crear una cobertura médica amplia e impedir los desafueros de Trump y su aberrante política anti-inmgrante.

Pero de ahí a calzarlos como revolucionarios va un tramo largo, imposible de divisar por la miopía ideológica del actual inquilino de la Casa Blanca y sus colaboradores halcones.

A ninguno de ellos los amenazan socialistas nativos y mucho menos Venezuela constituye un peligro para la paz.

Pero el mundo alucinado les sirve para lanzar aventuras militares como las de Siria, Irak y Afganistán.

Al presidente estadounidense deberían explicarle su inhabilidad para concretar el final de los intentos de sectores de la Humanidad de buscar nuevos modos de vida, ajenos al capitalismo neoliberal.

A pesar de su ultimátum, perseverará la exploración de sociedades diferentes en un planeta adverso, para afianzar la justicia social y dinamizar las fuerzas productivas como antesala de una vida digna para todos.



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