Corrupción lastra desarrollo regional

Editado por Lorena Viñas Rodríguez
2019-04-20 08:29:50

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Foto: Archivo.

Por: Guillermo Alvarado

La corrupción, ese monstruo de siete cabezas, se ha convertido en un lastre para el desarrollo de los países latinoamericanos donde se pierden cuantiosos recursos financieros que, bien utilizados, podrían servir para reducir los indicadores de pobreza y mejorar los servicios indispensables a la población.

De acuerdo con un estudio realizado por el Fondo Monetario Internacional, FMI, el flagelo cuesta como promedio un cuatro por ciento del Producto Interno Bruto, PIB, una cifra muy alta que impacta sobre todo en los sectores más desprotegidos.

La institución de crédito, por cierto con muy malos recuerdos en varios de nuestros países, señala que si la región tiene un ingreso fiscal promedio del 26 por ciento del PIB global, si se le sumasen los cuatro puntos desperdiciados por la corrupción alcanzarían mayores beneficios y la disposición de capitales para invertir en la esfera social sería más grande.

Para comprenderlo mejor, los especialistas recuerdan que el gasto en materia de educación en México ocupa alrededor del 5 por ciento del PIB, es decir sólo un punto más de lo que cuesta la fuga de capitales por debajo de la mesa.

El FMI da una serie de recomendaciones para mejorar esta situación, todas ellas de carácter técnico, como dar transparencia a las cuentas fiscales, practicar y publicar auditorías y avanzar en la digitalización de los datos.

Es verdad que esto ayudaría, pero a mi juicio el nudo gordiano de este tema está en la falta de voluntad política de muchos gobernantes y funcionarios públicos para cerrar la llave de la corrupción, sobre todo porque en buena medida ellos mismos se benefician de tales prácticas oscuras.

Un caso paradigmático ocurrió en Guatemala, donde el presidente hizo todo lo posible para expulsar a la Comisión Internacional contra la Impunidad debido a las investigaciones que esa entidad hizo sobre actos de corrupción cometidos por familiares muy cercanos al gobernante.

Otro dato a señalar es que en ocasiones se tiene la imagen de que estos vicios son propios de países pobres, los mal llamados en vías de desarrollo, cuando en realidad son mucho más grandes en el mundo rico.

Por ejemplo, llama poderosamente la atención la resistencia del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a publicar su declaración de impuestos, lo que de paso serviría para conocer la cuantía de su fortuna.

¿Qué tendrá que esconder el jefe de la Casa Blanca como para arriesgarse a cometer un delito, con tal de que sus cuentas no sean de conocimiento público?

Se de países ricos o pobres, lo cierto es que la corrupción es un robo descarado, una estafa a los pueblos que pierden riquezas enormes con destino al bolsillo de los más ricos, hábiles en torcer voluntades para sacar cada vez más ventajas, pagar menos y vivir mejor a costa de los demás.



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