Los resultados de los comicios presidenciales y legislativos del domingo reciente en Chile confirmaron los peores temores de una buena parte de la población, pues las agrupaciones más ultraderechistas conquistaron posiciones importantes y todo apunta a que dirigirán el país.
Jeannette Jara, representante del sector progresista, socialdemócrata y la Democracia Cristiana, se impuso en la primera vuelta, tal y como pronosticaron los sondeos, pero tiene todo en contra en el repechaje contra José Antonio Kast, del extremista Partido Republicano.
Jara, quien viene del Partido Comunista, si bien luego relativizó su militancia y hasta dijo que podría congelarla de salir electa, terminó con 26,8 por ciento de los votos, y Kast fue segundo con 23,9, pero matemáticamente tiene todas las de ganar en la segunda ronda del 14 de diciembre.
La ecuación es muy simple: Jara representa a 8 agrupaciones, pero ya casi no tiene de dónde sacar más votos, mientras su rival ya cuenta con el apoyo del también ultraderechista Partido Nacional Libertario y la coalición de derecha tradicional Chile Vamos, que le pueden aportar casi un 25 por ciento más de sufragios y asegurarle la victoria en el balotaje.
Las razones de este fracaso anunciado son varias y la primera es que Chile no es inmune a la ola extremista que recorre el mundo, al grado de que en estos comicios, de los ocho aspirantes, dos de ellos –Kast y el libertario Johannes Kaiser– representaban a este sector.
José Antonio Kast, hijo de un exsoldado nazi que emigró a Chile tras la II Guerra Mundial, es copia de VOX, de España, de Meloni, en Italia, Marine Le Pen, en Francia, Milei, de Argentina, Novoa, de Ecuador, del salvadoreño Bukele y, por supuesto, de Donald Trump, en Estados Unidos.
En Chile son muchos los adherentes a este pensamiento, que odian a los inmigrantes, ignoran a las comunidades originarias y desprecian a la llamada clase media.
A ello se suma que el actual gobierno, encabezado por Gabriel Boric, desilusionó a una parte de la población al no hacer realidad sus promesas y mantener las lacras de ejecutivos anteriores: corrupción, ineficiencia administrativa, justicia con diferentes medidas y creciente inseguridad.
Muchas familias no llegan a fin de mes con sus salarios, muchos, inclusive, ni siquiera a medio mes; las pensiones, aunque subieron un poco, están muy por debajo del costo de la vida y la salud y educación no mejoraron.
Muchos esperan que algo ocurra antes del 14 de diciembre, pero este no es tiempo de milagros, sino de amargas realidades.
