El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, anunció el pasado martes la movilización de cuatro millones de efectivos pertenecientes a la Milicia Nacional, el quinto componente de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, además de la activación de “todos los mecanismos necesarios” para garantizar la soberanía del país.
Ha sido la respuesta al despliegue, cerca de las costas venezolanas, de tres destructores, aviones y submarinos de Estados Unidos “para el combate del narcotráfico”, una decisión del presidente, Donald Trump, cargada de graves acusaciones. Washington sostiene que Maduro es el líder del Cartel de los Soles y ha duplicado el precio por su recompensa a 50 millones de dólares.
Con su extremista decisión, Trump, rememoró la invasión de Panamá a mediados de diciembre de 1989, durante la presidencia de George H. W. Bush, para derrocar al general, Manuel Noriega, presidente de Panamá, igualmente acusado por las autoridades estadounidenses por extorsión y narcotráfico.
Noriega, tenía vínculos de larga data con las agencias de inteligencia de los Estados Unidos. En 1988, fue acusado formalmente por grandes jurados federales de varios cargos relacionados con las drogas. Aunque colaboró con la Administración para el Control de Drogas (DEA), Noriega era notorio por aceptar apoyo financiero de narcotraficantes y facilitar el lavado de dinero.
Estos narcotraficantes recibieron protección de las investigaciones de la DEA, debido a su relación privilegiada con la CIA.
En 1989, Noriega anuló los resultados de las elecciones generales panameñas, supuestamente ganadas por el candidato de la oposición, Guillermo Endara; después de frustrar varios intentos de golpe de Estado para derrocarlo. El presidente Bush respondió reforzando la guarnición estadounidense en la Zona del Canal. Después de que un oficial de la Marina de los EEUU, fuera muerto a tiros tras un oscuro incidente en un control de carretera de las PDF, Bush autorizó la ejecución del plan de invasión de Panamá.
El 20 de diciembre comenzó la invasión. Las fuerzas panameñas fueron rápidamente rebasadas por la cantidad y calidad del armamento norteamericano. Pocas horas después de iniciada la invasión, Guillermo Endara, presunto ganador de las elecciones presidenciales, prestó juramento en Fort Clayton, base militar de EEUU y sede del Comando Sur en el Canal de Panamá. Noriega eludió la captura durante varios días antes de buscar refugio en la misión diplomática del Vaticano. Se entregó el 3 de enero de 1990 y fue trasladado a Estados Unidos, donde fue juzgado, declarado culpable y condenado a 40 años de prisión.
En esa ocasión, el Pentágono estimó que 516 panameños murieron durante la invasión, incluyendo 314 soldados y 202 civiles, mientras reconocen la muerte de 23 soldados y 3 civiles estadounidenses. Sin embargo el ex fiscal general de EEUU, Ramsey Clark, estimó en 3,000 los civiles panameños muertos. La Asamblea General de la ONU, la OEA, y el Parlamento Europeo, condenaron la invasión como, “una violación del derecho internacional”. Treinta y seis años después del abusivo crimen internacional, EEUU no solo sigue sin rendir cuentas, sino que amenaza a Venezuela con un patrón similar y un crimen mayor.