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Este 8 de octubre, el Che vuelve a renacer, con su ejemplo, desde Santa Clara, la ciudad que lo convirtió en su hijo.
Ahí está él, inmenso, fusil al hombro, mirando al Sur, al Escambray majestuoso que conocieron de sus botas firmes, su uniforme verde olivo raído en el fragor del combate, su boina de la estrella solitaria y sus jornadas de victorias.