Mientras el presidente de Estados Unidos viajó a Egipto para robarse el espectáculo de la firma de un acuerdo para, supuestamente, poner fin al genocidio de Israel contra la población palestina en la Franja de Gaza, en su país la población ya siente los efectos del cierre del gobierno.
Trump se pavonea en la tierra de los faraones, como si el mundo ya hubiese olvidado que en el drama del Oriente Medio él no es testigo ni promotor de la paz, sino cómplice de una atroz limpieza étnica que dejó hasta ahora más de 70 mil muertos, la mayoría mujeres, niños y ancianos.
Mientras eso ocurre, la parte más vulnerable de la población estadounidense, ciudadanos de ese país, no inmigrantes, sufren los coletazos de la falta de acuerdo entre la Casa Blanca y el Capitolio, a propósito del presupuesto del Estado para el período fiscal 2025-2026.
Como se sabe, ese plazo comienza en la nación norteña el 1 de octubre de cada año y finaliza el 30 de septiembre del siguiente y no es la primera ocasión en que esa fecha arribe sin consenso en los gastos federales. Cuando eso ocurre, la nación se queda sin fondos y las consecuencias pueden ser dolorosas para quienes necesitan asistencia estatal.
Por ejemplo, si el cierre continúa hasta la semana próxima, 5,3 millones de niños menores de cinco años perderán el acceso al Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria, lo cual significa, simple y llanamente, que van a pasar hambre, justamente en el reputado “país de la abundancia”.
Ya comenzaron a producirse despidos en varias agencias federales, lo que afecta a sectores vitales como la salud, la educación y la seguridad social.
Algunas instituciones, incluidas las Fuerzas Armadas, dejarán de recibir sus salarios y diversos estímulos financieros programados para el 15 de octubre, lo que podría acarrear consecuencias imprevistas.
El principal problema radica en las tensiones entre los partidos Demócrata y Republicano en las dos cámaras del Congreso, que hacen cada día más lejana la posibilidad de alcanzar un acuerdo, aunque sea de forma parcial.
Mientras los primeros abogan por mantener los servicios sociales indispensables para la población de escasos recursos, los seguidores de Trump insisten en la fórmula neoliberal de “adelgazar” al Estado y dejar que cada cual se las arregle como pueda.
El mismo presidente atizó el fuego cuando declaró que se proponía aplicar un recorte al presupuesto, empezando por los proyectos que de alguna manera recibieron el apoyo de los demócratas. Triste espectáculo en el país de “las libertades y los derechos humanos”, solo para los más ricos.