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Presión militar y psicológica sobre Venezuela

por Roberto Morejón
Las guerras de hoy no solo se asientan en el uso de proyectiles, pues también, como hace Donald Trump con Venezuela, se recurre a la ofensiva mediática y a la coerción psicológica.

Las guerras de hoy no solo se asientan en el uso de proyectiles, pues también, como hace Donald Trump con Venezuela, se recurre a la ofensiva mediática y a la coerción psicológica.

Después de despachar hacia el sur del Caribe una poderosa flota militar y casi 10 mil efectivos con el pretexto de perseguir el narcotráfico, la administración estadounidense arremete con misiles contra embarcaciones, sin averiguar su finalidad, y ahora autoriza a la CIA a actuar en tierra.

Se trata de una revelación insólita, pues si bien todos saben que la Agencia Central de Inteligencia nunca ha dejado de actuar de forma encubierta contra otros países, ningún inquilino de la Casa Blanca lo admite públicamente.

Las ejecuciones extrajudiciales de tripulaciones de pequeñas embarcaciones, sin interceptarlas antes, que navegan en el Caribe y la tozuda argucia de que la droga sale de Venezuela hacia el país del Norte, forman parte de las herramientas anímicas para provocar la zozobra en la nación sudamericana.

No importa que la ONU y The New York Times insistan en que las rutas principales de estupefacientes hacia Estados Unidos no pasan por Venezuela, pues son evidentes a través del Océano Pacífico.

Tampoco se ha constatado la veracidad de los desplantes de Trump acerca de lo que define como táctica de Maduro de enviar criminales para sabotear a la nación del Norte.

Porque lo que los observadores y el gobierno bolivariano opinan es que estamos en presencia de una ofensiva que pretende derribar al primer mandatario Nicolás Maduro.

The New York Times

Foto: The New York Times

No por casualidad, el propio magnate tantea en público que su próximo paso podría ser un ataque terrestre, por lo que, afirma The New York Times, “deja el cambio de régimen como la explicación más segura”.

La magnitud del zafarrancho militar en el Caribe es tan injustificada que sectores en el Congreso se han movilizado ante la probabilidad de que el gobernante del país los lleve a una guerra, sin consultar al legislativo.

Y parece que la desaprobación a los ataques en el Caribe va más allá, al dimitir Alvin Holsey, comandante militar que supervisa las operaciones estadounidenses en América Central y del Sur.

Como mudos testigos de la peligrosa aventura figuran las 27 personas que, según Washington, han muerto en sus embarcaciones, víctimas de los misiles de una poderosa flota militar extranjera.

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