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Cumbre o no Cumbre, esa es la cuestión

por José Ramón Cabañas

El anuncio de la suspensión (posposición) de la X Cumbre de las Américas no ha alcanzado muchos titulares en la prensa regional, no ha causado sorpresas en los observadores de los temas internacionales, ni declaraciones de muchas cancillerías de la región, al menos transcurridas las primeras 24 horas de su anuncio.

Hubo un pequeño detalle como precedente: el hecho de que hasta el día 31 de octubre Donald Trump no había confirmado su asistencia. No es la primera vez que lo hace, pues en el 2018 tuvo el honor de ser el primer presidente de Estados Unidos en declinar asistir a ese tipo de foro, cuando tuvo lugar en Perú. Mike Pence, en su calidad de vicepresidente, representó entonces a los creadores de este tipo de cita.

Al reunir estos dos hechos, ocurridos a siete años de distancia, salta a la vista una conclusión muy preliminar y es que al empresario de Manhattan todo lo que esté al Sur de Mar-a-Lago en la Florida no le atrae en términos de posibles ganancias, o grandes proyectos.

Inmediatamente después del anuncio de los organizadores dominicanos el secretario-asesor-archivero Marco Rubio, también sin expresar sorpresas, “agradeció” al presidente Abinader, agregando que “apoyaban totalmente la decisión de posponer la cumbre”, lo cual deja entrever en cierta medida de quién fue la iniciativa. Más adelante expresó que continuarán trabajando con República Dominicana para planificar un evento “productivo” (este no lo sería) en el 2026. Esa futura cita estaría enfocada en el “fortalecimiento de las alianzas (cuáles?) y en mejorar la seguridad de nuestros ciudadanos (los estadounidenses?)”.

Por más que se empeñe el Departamento de Estado en mostrar que es una decisión “de otros” que ellos secundan, ya fueron desmentidos por adelantando por el propio presidente Abinader cuando dijo que “los Estados Unidos son los organizadores de este tipo de evento, nosotros somos simplemente la sede”. Es decir, a todas luces vino desde Washington la decisión de suspender/posponer el evento que hubiera realizado en los primeros días de diciembre, a los dominicanos solo les toco anunciarlo.

La próxima pregunta a plantear sería entonces ¿por qué Washington ha esperado a dar este paso a escasas cuatro semanas de la fecha límite?. En la práctica diplomática internacional las cumbres regionales son eventos que solo se suspenden por fuerza mayor, pues no se afecta la agenda de los jefes de estado o gobierno con mucha ligereza.

Es probable que la cancillería estadounidense haya insistido una y otra vez con la Casa Blanca sobre la importancia del cónclave y sobre la necesidad de estar representados por el máximo nivel. Pero al parecer no tuvo éxito.

Hay varios observadores de estos temas que se han adelantado a plantear que es probable que aumenten las tensiones alrededor de Venezuela y que incluso por esos días de diciembre esté planificado un golpe militar. Aún no queda claro si sería antes o después de atacar Nigeria, que es el último de los enemigos que Trump ha colocado entre sus prioridades.

Hay otras pistas que pueden conducirnos a probables respuestas y tienen que ver con el bajo nivel de representatividad, y posiblemente de asistencia, que ya se estaba reflejando en las listas de confirmación que manejan los funcionarios de protocolo. Además de los “no invitados” Venezuela, Cuba y Nicaragua, ya se habían declarado ausentes los presidentes de México y Colombia, aunque la relación puede ser mayor y haberse manejado con total discreción. Sería un pecado para la realeza estadounidense compartir mesa con un reducido número de funcionarios de bajo nivel de América Latina y, aún más, el Caribe.

Por ahora, lo que aparece priorizado en la agenda de la Casa Blanca para el 2 de diciembre del presente año es la reapertura de las visitas públicas guiadas a sus instalaciones, en medio de renovaciones, nuevos baños lujosos de mármol y la utilización del dinero de “donantes” que lucran con millonarios contratos que les facilita el gobierno. Los premios Nobel se entregarán mucho más tarde, el 10 de diciembre, y ya Trump tiene conocimiento que no le corresponde en esta oportunidad.

Como se conoce, estas cumbres fueron una creación de los Estados Unidos en 1994 (Miami) en una época en que se proclamaba el supuesto “fin de la historia”, con la desaparición del llamado campo socialista, y se entregaban masivamente las copias de las recetas para lograr la “globalización neoliberal” y crear una gran zona de “libre comercio” en todo el hemisferio occidental.

Ese propósito no fue logrado y, por el contrario, la mayor parte de la región mostró un inequívoco rechazo a las imposiciones de Washington en particular en la IV Cumbre celebrada en Mar del Plata, Argentina, en el 2005, cuando una buena parte de los líderes asistentes apoyaron un rotundo “No al ALCA” en las propias narices del entonces presidente George W. Bush.

Estos procesos al interior de las naciones asistentes más la creación en paralelo de la Comunidad de Estados Latino Americanos y Caribeños (CELAC), llevaron a la liquidación del ejercicio de aislamiento más completo que se articuló contra Cuba durante años. Durante la VI Cumbre que tuvo lugar en Cartagena de Indias, Colombia, en el 2012 la región en pleno le dijo al entonces presidente Barack Obama que si no se rectificaba el error de no invitar a la Isla caribeña no habría más reuniones de ese nivel en el futuro.  Estados Unidos les permitió a los organizadores de la VII Cumbre en Ciudad Panamá que invitaran a La Habana, cuando ya se marchaba por el camino del posible restablecimiento de las relaciones diplomáticas bilaterales.

Sin embargo, con el total menosprecio de Donald Trump por los países de la región que se reconfirmó con la ya mencionada ausencia de la cumbre del 2018, más los propósitos a paso forzado de destruir la Revolución Bolivariana en Venezuela se registraron importantes retrocesos en el concierto regional. Quizás la síntesis más perfecta de dicha coyuntura haya sido el fracaso estrepitoso del llamado Grupo de Lima y las macabras andanzas del entonces Secretario General de la OEA.

Por segunda vez Estados Unidos organizó una nueva cumbre en el 2022, bajo Joe Biden en Los Angeles. A pesar de todos los esfuerzos de una diplomacia mal entrenada y poco coordinada, no pudieron evitar un nuevo fracaso en su propio terreno. Las voluntades de exclusión a Cuba, Venezuela y Nicaragua, marcaron un encuentro de muchas imágenes con brillo y colorines, pero con inexistentes resultados concretos tangibles. El terror a los avances de la República Popular China y de otras “potencias extracontinentales” en la región no fueron suficiente estímulo para que Washington presentara iniciativas relevantes y mucho menos bien financiadas.

La tarea pues que le correspondía a República Dominicana era convocar, a nombre de los reales gestores y organizadores, un evento que permitiera presentar un supuesto consenso latinoamericano y caribeño que se asemeja hoy más a un rompecabezas. Los gobiernos de la región serían convocados a aplaudir las políticas anti inmigrantes de Washington, a compartir los asesinatos selectivos de tripulantes de pequeñas embarcaciones en el Caribe, a celebrar el aumento de la presencia militar estadounidense cada vez más cerca de las reservas estratégicas de minerales y agua potable, la reducción de controles sobre las empresas transnacionales que devoran los recursos de la región y a la vez destruyen el medio ambiente. Menudos propósitos les confiaron a los dominicanos.

Al hacer el anuncio sobre la posposición de la X Cumbre el primer mandatario dominicano planteó que, cuando aspiraron a ser sede en el 2022 en Los Angeles, era improbable imaginar las “profundas divergencias” que han surgido para lograr el diálogo en la región. Aquí cabe la pena señalar que existe una especialidad que se denomina prospectiva, que bien utilizada y aplicada a las relaciones internacionales por las cancillerías les permite construir escenarios con cierta eficacia. Pero este realmente no era difícil de prever.

Baste mirar al interior de los Estados Unidos para comprender que un país cada vez más dividido y polarizado no puede ofrecer unidad a terceros. Un país que se repliega a sus fronteras para tratar de recuperar el liderazgo en productividad e innovación sobre la base de tarifas y más tarifas, no puede ofrecer un comercio justo, ni programas de cooperación. Un país donde ha crecido exponencialmente el negocio armamentista nunca luchará por la paz. Un imperio en franca decadencia no abraza, sino ataca.

Dejamos las preguntas para los entendidos: ¿tendrá continuidad el ejercicio de las Cumbres de las Américas? ¿O ya estamos viendo el “The End”?

(José Ramón Cabañas, Director del Centro de Investigaciones de Política Internacional -CIPI-)

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