El Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la Resolución 2797, el 31 de octubre de 2025, que prorroga el mandato de la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sahara Occidental (MINURSO), la cual ha sido una decisión fundamental que identifica la vigencia de la cuestión colonial, en un territorio ilegalmente ocupado por el Reino de Marruecos, que se asume como la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), desde el 27 de febrero de 1976, fecha de su proclamación.
El proyecto de resolución, discutido bajo la presidencia de la Federación de Rusia, fue presentado por la representación de los EEUU, que desde finales de 2020 asumió el respaldo abierto al plan de autonomía del Reino de Marruecos para Sahara Occidental, bajo la sombrilla de los Acuerdos de Abraham (2020), delineado por la Casa Blanca de Trump para alcanzar el reconocimiento del estado de Israel por el concierto árabe en África Norte y Medio Oriente.
Con el retorno de Trump a la Casa Blanca, se ha apreciado el interés del presidente de los EEUU por vigorizar los Acuerdos de Abraham, en medio de su respaldo político, diplomático y militar al régimen sionista israelí, como continuidad de la gestión de la administración Biden, en la operación genocida contra Gaza.
Los trascendidos noticiosos acerca de los trabajos desarrollados en el Consejo de Seguridad, que condujeron a la aprobación de la Res. 2797, subrayan las insatisfacciones presentadas por varios de sus miembros, en particular por la parte rusa, así como el debate mediático suscitado consecuencia de dicho proceso, debido a la intención de Washington de priorizar la opción de autonomía en detrimento del referéndum que dio pie a la MINURSO.
Por su parte, la agenda mediática y las acciones propagandísticas concebidas por las autoridades marroquíes, estuvieron dirigidas a ofrecer la imagen del respaldo del Consejo de Seguridad al plan de autonomía de Rabat, que contribuyeron a la controversia, con destaque para la interpretación de la prensa marroquí de unas declaraciones del titular de Exteriores ruso, Serguei Lavrov, que obligó al esclarecimiento de rigor.
En su aclaración, el canciller ruso sentenció: “Las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU son, hoy por hoy, la única referencia existente. Si se elabora una nueva resolución basada en otros principios, estaremos dispuestos a discutirla, siempre que sea aceptable para todas las partes”. Con ello, el ministro Lavrov dejaba abierto el respaldo de Moscú a la posibilidad de celebración de un referéndum, como recurso principal para resolver el caso.
No obstante, no puede pasar por alto que la mayor resonancia de lo subrayado por el ministro ruso alcanzó destaque, debido a la visita oficial de su homólogo marroquí Nasser Bourita a Moscú, al calor de la cual se rubricaron varios memorándums de entendimiento, a mediados de octubre último.
Entretanto, los reclamos motivaron que la representación de los EEUU en el Consejo de Seguridad de la ONU enmendara su propuesta inicial, sin descartar su propósito principal de hacer referencia a la opción de autonomía, como posibilidad a tener en cuenta, en lo sucesivo, respecto al proceso de búsqueda de la solución del denominado caso de Sahara Occidental.
Así tenemos, que el desenlace en el Consejo de Seguridad mostró 11 votos a favor, tres abstenciones (Rusia, China y Pakistán) y ninguno en contra –Argelia no votó (país que ha sido el aliado principal del Frente Polisario y de la RASD, por décadas).
Sobre este asunto, el ministro de Exteriores argelino, Ahmed Attaf, refirió que el texto de la resolución “se queda muy corto con las aspiraciones legítimas y las expectativas del pueblo de Sahara Occidental, representado por el Frente Polisario y provoca un desequilibrio entre las dos partes, ya que ejerce hincapié en la ambición territorial de una de las dos partes, silenciando las aspiraciones de la otra”.
Paralelamente, no se pueden desestimar los factores geopolítico y geoeconómico que impactan en el tema, atendiendo a las riquezas minerales y recursos pesqueros de que dispone Sahara Occidental y la influencia de esas realidades, que conectan con los intereses de varios actores que son miembros del Consejo de Seguridad de la ONU (EEUU, Francia y Reino Unido), y de otros que han estado vinculados al caso por años, como son el Reino de España y Alemania, todos con lazos de peso con el Reino de Marruecos.
Tampoco se puede perder de vista el proceso ascendente de los intercambios diversos que se verifican entre Rabat con Moscú y Beijing, en lo bilateral, que pudieran definirse bajo los principios de beneficio mutuo, no injerencia y cooperación en áreas estratégicas. Esa es la realidad compleja que encierra el caso colonial que prevalece en África en pleno siglo XXI.
Cuba mantiene relaciones diplomáticas con la República Árabe Saharaui Democrática y respeta su derecho a la autodeterminación.
(Rodobaldo Isasi Herrera, Investigador del Centro de Investigaciones de Política Internacional -CIPI-)
