Entre los primeros anuncios del nuevo gobierno de Bolivia, que asumió a inicios de este mes, está el regreso al país de la DEA, Administración de Control de Drogas, de Estados Unidos, lo que ha encendido las alarmas en diversos sectores de la sociedad.
La agencia estadounidense antinarcóticos fue expulsada en 2008 del territorio boliviano, bajo el mandato del entonces presidente Evo Morales, acusada de injerencia en los asuntos internos de la nación andina.
Ante el anuncio gubernamental, dirigentes campesinos de la región de Cochabamba advirtieron que no permirán la entrada de fuerzas extranjeras en sus municipios, que en décadas pasadas protagonizaron fuertes enfrentamientos con sus pobladores y provocaron numerosas víctimas mortales.
Para el sociólogo e investigador Adolfo Mendoza, citado por la agencia noticiosa Sputnik, el retorno de la DEA implica pérdida de la soberanía y la vuelta a aparentes políticas de lucha contra el tráfico de estupefacientes que son una excusa para la presencia militar de Estados Unidos en varios países de América Latina.
Una realidad que vive hoy la región, escenario de un fuerte despliegue militar de Washington en el Caribe, otra vez con el pretexto de combatir el narcotráfico y que constituye una amenaza para la estabilidad de América Latina, declarada en La Habana en 2014 Zona de Paz.
Detrás de todo, advirtió Mendoza, está el interés estadounidense por los recursos naturales de Suramérica, en especial de las reservas de petróleo de Venezuela.
Lo cierto es que, como recuerdan los analistas, la historia de la DEA está marcada por la injerencia, corrupción, vínculos nada claros con el narcotráfico que dice combatir y violaciones de la soberanía en la región.
Es un hecho que la supuesta política antinarcóticos de Estados Unidos y el accionar de la DEA no han dado resultados concretos. La producción y tráfico de drogas no ha disminuído, simplemente ha cambiado métodos y buscado nuevas rutas para su traslado.
La agencia estadounidense antidrogas y sus largos tentáculos por todo el mundo es sin dudas, un instrumento de penetración e injerencia, que tiene en América Latina un claro e innegable ejemplo.
Ahora su retorno a Bolivia no solo es un peligro para la soberanía de esa nación, sino que añade un nuevo elemento de tensión para una zona amenazada por los intereses geopolíticos de Estados Unidos, que siempre la ha visto como su patio trasero.
