Respecto al asesinato en Estados Unidos del joven activista ultraconservador, Charlie Kirk, amigo personal del polémico presidente Donald Trump, lo primero que debo decir es que nadie, absolutamente nadie, merece ser ejecutado por sus ideas, por su manera de pensar o ver la vida.
El hecho, no obstante, es fuente de numerosas reflexiones sobre cómo las ideas mesiánicas de Trump están permeando en varios sectores de la sociedad estadounidense y son causa de numerosas tensiones que lamentablemente pueden generar violencia e intolerancia.
Al momento de escribir este artículo, las autoridades aún buscan al autor material del ataque, pero Kirk es sobre todo una víctima de los desequilibrios que el actual jefe de la Casa Blanca está generando en un país donde proliferan las armas en poder de la población.
Es una paradoja que el fundador del movimiento Turning Point USA, dedicado a expandir el ideario conservador entre jóvenes universitarios y que cuenta con millones de seguidores, también haya sido un férreo defensor del “derecho” a tener y portar armas de fuego, que fue precisamente el instrumento utilizado para quitarle la vida.
Kirk no creía en la igualdad de las personas, independientemente de su raza, el color de su piel, su orientación política o religiosa, o sus preferencias sexuales, una actitud muy común entre los seguidores del “Hagamos grande otra vez a Estados Unidos”, MAGA, por sus siglas en inglés.
De esto último no se sabe exactamente si es un movimiento ideológico, una posición política, una moda pasajera, pero que justifica la arremetida contra las minorías étnicas y, en particular, hacia los inmigrantes, por quienes el joven asesinado también fomentaba el rechazo.
Entre sus prédicas figuraba la visión patriarcal de los roles de género, según la cual hombres y mujeres no tienen el mismo papel en la sociedad y, por lo tanto, tampoco los mismos derechos.
Dada su cercanía a Trump, no es extraño que haya sido un fanático del sionismo y de los actuales líderes políticos del Estado de Israel.
Cuando usted reúne todas estas ideas y las agita un poco, cualquier cosa, menos algo bueno, va a salir de allí y, lamentablemente, en este caso, lo que haya sido le costó la vida a un padre de dos hijos.
Más de alguno debería darse cuenta de que este mundo no es un lugar para sembrar vientos, esparcir rencores, separar por categorías irreconciliables a las personas, creer y hacer creer que hay unos mejores que otros, o que valen más. No son esos los valores que consolidan a las sociedades, para nada.
