A pesar de las injerencistas presiones de la administración de Donald Trump, el Supremo Tribunal Federal de Brasil condenó al ultraderechista ex presidente Jair Bolsonaro a más de 27 años de prisión por participar en una tentativa de golpe de Estado.
Para los inquilinos de la Casa Blanca y en especial Trump y el Secretario de Estado, Marco Rubio, las demoledoras pruebas acopiadas por la fiscalía no son elementos de juicio para dejar de defender, de forma grosera, al ex capitán del ejército, nostálgico de la dictadura militar en Brasil.
Claro, el desembozado entrometimiento ha contado con el desprendido respaldo de Eduardo Bolsonaro, hijo del expresidente.
El descendiente fue capaz de pedir a Trump desde Estados Unidos el envío de aviones y buques de guerra a Brasil para que su padre no vaya preso.
Otro hijo, el senador Flavio Bolsonaro, confesó que además de impedir la consumación de la condena a su progenitor, se busca el regreso de Jair Bolsonaro a la candidatura por la presidencia, pese a estar inhabilitado por ocho años por abusos de poder.
De manera que la ultraderecha de Brasil y Estados Unidos se alinean con el exprimer mandatario condenado por intento de golpe, tendencia rechazada enérgicamente por el Jefe de Estado, Luiz Inacio Lula Da Silva.
No olvidemos que el caso Bolsonaro actuó como detonante de la aplicación por Estados Unidos del aumento de aranceles de 50 por ciento a productos del gigante sudamericano.
Pero Lula ha dicho que no teme nuevas sanciones y destacó que las acusaciones contra su país son todas falsas, al no existir déficit comercial, solo arrogancia al no querer Trump que la justicia brasileña juzgue a alguien que cometió un crimen.
Y para impedirlo, el poder en Washington no renovó visas a ocho de los 11 miembros del Supremo Tribunal Federal de Brasil y aplicó una ley con correctivos financieros contra el juez Alexandre de Moraes, quien encabezó el juicio a Bolsonaro.
La arremetida de la administración Trump no podrá diluir que el desenlace judicial en Brasil es histórico, pues es la primera vez que se investiga, procesa y condena a un funcionario por intento de golpe.
Brasil ha dado un paso en grande contra la impunidad al demostrar la justicia que el detenido Bolsonaro perpetró cinco delitos.
En la Casa Blanca no quieren escuchar que los hechos descritos e imputados a Bolsonaro y sus cómplices no han sido en esencia negados por los acusados.