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Angalía: Mirar bien, mirar con cuidado, mirar al futuro

por Dalia Reyes

Ha muerto Luis Monteagudo Arteaga, “Angalía”. Duele saber que no tendremos el enorme privilegio de estrechar sus manos, disfrutar de su sonrisa siempre franca, su rostro negro cubanísimo y su alma de niño, o de escuchar sus décimas, porque era un poeta de pueblo, defensor de las buenas causas.

Luis Monteagudo Arteaga es de esos titanes, protagonistas de la contienda liberadora del Che en el Congo. Y lo decía con amor y con una humildad y sencillez increíbles, esas que sólo conocen los grandes.

Contaba el guerrillero que fue el Che quien lo llamó Angalía: que en dialecto swahili significa “mirar bien o mirar con cuidado”.

Luis Monteagudo Arteaga, "Angalía"Era artilllero y telemetrista, especialidad que había aprendido en el fragor del combate, en la defensa de la Revolución naciente, como miliciano, defendió la capital del país en los días de Girón, o en los días luminosos y tristes de la Crisis del Caribe,  colaboró con las Tropas Guardafronteras, y jamás faltó a una movilización agrícola o a cualquier tarea del nuevo proceso que cambiaba su país desde el primero de enero de 1959.

Angalía, procedente de la hermana provincia de Sancti Spíritus recordaba el momento en que fue captado como combatiente internacionalista en enero de 1965. Llegaron a la unidad militar donde prestaba servicios y le preguntaron si estaba dispuesto a colaborar con la liberación de cualquier país, no tuvo dudas, su respuesta no se hizo esperar. Se preparó en un entrenamiento masivo en Pinar del Río.

Luis Monteagudo Arteaga, "Angalía"Se le iluminaba el rostro en sus conversatorios, que eran una verdadera fiesta de la comunicación. Recordaba que entonces, Fidel asistía a las prácticas de tiro, y un día, en uno de los intercambios, el Comandante les dijo que su líder sería un hombre querido y mucho mejor jefe que él. Nosotros nos quedamos intrigados». “¿Mejor que Fidel? Eso resulta difícil”, decía Monteagudo, sin saber que meses después en el Congo, en tierras africanas, su jefe sería un hombre que se convirtió en su paradigma: El Che Guevara.

La Guerrilla atravesó ocho meses en condiciones muy difíciles, falta de unidad, de organización, pero con mucho orgullo y ese optimismo que jamás lo abandonó, decía que la Guerrilla del Congo abrió el camino para las gestas liberadoras que vinieron después en una época de revoluciones y definiciones en la segunda mitad del siglo pasado.

Luis Monteagudo Arteaga, después de su jubilación, fue el jardinero de la Plaza de la Revolución Ernesto Che Guevara, decía que quería estar siempre al lado de su jefe mientras tuviera un hálito de vida. Cuidaba las flores de este recinto sagrado, hablaba con niños, con jóvenes, con sus compañeros de lucha. Contaba historias, y era como si en cada palabra renaciera la historia y la trajera a estos tiempos. Hablaba del Che en presente.  Siempre en presente.

Por eso, sí, duele saber que no tendremos el enorme privilegio de estrechar sus manos, disfrutar de su sonrisa siempre franca, su rostro negro cubanísimo y su alma de niño, o de escuchar las décimas de este poeta de pueblo, defensor de las buenas causas.

Pero enaltece, y de alguna manera nos reconforta saber que siempre vivirá en las almas buenas, en quienes visiten la plaza o recorran los jardines, en quienes saben que siempre habrá hombres como él, ese guerrillero que fue bautizado por el Guerrillero Heroico con un sobrenombre tomado del dialecto swahili “mirar bien o mirar con cuidado”, y yo le añadiría: “mirar al futuro”.
(Dalia Reyes, corresponsal de Radio Habana Cuba en Villa Clara) 

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