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Lo ya visto

por Guillermo Alvarado

Cuando se corre el riesgo inminente de una agresión militar estadounidense contra uno, o varios países de América Latina y el Caribe, con particular acento en Venezuela, es bueno recordar otro momento oscuro en la historia de las relaciones del imperio norteño con nuestra región.

Se cumplieron el sábado, 20 de diciembre, 36 años del brutal bombardeo contra Panamá que dejó un saldo provisional de 560 muertos y más de dos mil heridos, y digo provisional porque difícilmente se conocerá cuántas personas perdieron la vida en el barrio El Chorillo, que ardió hasta los cimientos.

La criminal acción fue ordenada por el presidente George Bush, padre, aunque preparada durante la administración de Ronald Reagan y tuvo como pretexto, qué coincidencia, capturar al general Antonio Noriega, quien fue acusado por Washington de promover el tráfico de drogas hacia Estados Unidos.

Ese es precisamente el argumento empleado por el actual jefe de la Casa Blanca, Donald Trump, para amenazar a Venezuela donde señala al presidente Nicolás Maduro y varios miembros de su gobierno de dirigir el imaginario cartel de Los Soles, que sólo existe en la enfermiza mente de quien des-dirige los destinos de Estados Unidos.

Siempre me he negado a utilizar el término “invasión” cuando me refiero a Panamá, porque en realidad el país istmeño ya estaba invadido mucho antes del 20 de diciembre de 1989.

Unos meses antes y gracias a unos buenos amigos tuve la oportunidad de recorrer la Base Howard, un enclave ubicado al costado del Canal de Panamá, y era evidente que la fuerza necesaria para perpetrar la agresión ya estaba allí.

Por increíble que parezca, para ir a un poblado al otro lado de la instalación no había más camino por tierra que cruzarla en un bus normal del servicio de pasajeros.

En este aniversario del, hasta ahora último ataque militar estadounidense contra un pueblo latinoamericano, llama poderosamente la atención la actitud un tanto complaciente del presidente del país que en ese momento fue la víctima, el panameño José Raúl Mulino.

“Estados Unidos tiene un reclamo con Venezuela por distintas cosas, entre ellas, desconocer la democracia y patrocinar el narcotráfico bajo el criterio que establece el Gobierno de Estados Unidos, ese es un problema entre ellos, que Panamá observa con mucho cuidado, por supuesto”, dijo hace pocos días.

Este no es, de ninguna manera, un problema entre Washington y Caracas, es una crisis generada por Trump que nos afecta a todos sin excepción, es una muestra de la enfermiza obsesión imperial por nuestras riquezas naturales y de cómo la maligna doctrina del destino manifiesto, permanece viva.

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